A la doctora Indira Larreinaga Porro le apasionan los niños. Tanto que no habría querido para ella otro futuro. Estudió Medicina con la intención de luego hacerse ginecobstetra, aunque primero pasó por Medicina General Integral.
Se estrenó en la especialidad hace solo cuatro años, pero han sido suficientes para que el también ginecobstetra, doctor Ernesto Cordoví, jefe del materno del Hospital Enrique Cabrera (Nacional) la tenga en el selecto grupo de las que mimosamente llama “mis coronelas”, un team de galenas, quienes se distinguen por su entrega y profesionalidad, de ahí que estén al frente de las salas y otras jefaturas de un servicio que se las trae, pero que con el liderazgo de ellas hoy exhiban un índice de mortalidad de 3,8, el más bajo de todos los maternos de la capital.
El Materno del Nacional es además Centro de Referencia de las maternas graves, de todas las instituciones similares de la ciudad, y lo es también de aquellas con problemas hematológicos de toda la Isla, lo cual implica que hasta aquí son remitidas esas pacientes. Ello presupone más responsabilidad, mayor entrega, más trabajo, pero detrás hay una lectura: confianza.
“Para mí la Medicina es una profesión de amor. El amor, obviamente, por sí solo no cura, pero no puede faltar en el tratamiento de ninguna enfermedad.
“Además, solo se podrá llegar a ser bueno si usted ama la profesión. Porque si no es por amor no se puede enfrentar una guardia de 24 horas, lejos de la familia y las comodidades del hogar. Sin ello, tampoco habrá disposición para luchar por la vida del paciente, si te falta el medicamento más indicado y asimismo aquello y lo otro”.
¿De su trabajo, qué es lo que más detesta y lo más la reconforta?
“Tengo dos hijas, de 15 y 10 años. Cuando usted cubre la guardia, además del sacrificio personal implica también un sacrificio por parte de la familia, sobre todo cuando hay menores. Pero fastidioso y todo, cuando uno se siente comprometido, lo asume gustosamente.
“A lo que uno nunca llega acostumbrarse, por mucho que llegues a mirarle de cerca, es a la muerte. Y cuando viene a nosotros es porque se ha llevado a una madre joven o a un niño recién nacido. Bastaría para estremecer hasta el menos sensible.
“Con relación a las alegrías dentro del marco laboral podría decirte que las marcan los partos airosos, son los más, por suerte. Cada nueva vida que sumo y esas otras que evito sean restadas, me proporcionan un disfrute intenso e indescriptible.”
Además de ginecobstetricia es especialista en mastología, ¿en cuál se siente más a gusto?
“El seguimiento a las embarazadas y el parto, además del diagnóstico y cura de las enfermedades en los órganos reproductivos femeninos, me gusta muchísimo. Fue entre otras muchas especialidades la que yo misma escogí.
“A las mastología me llevó la vida. La dirección del hospital me hizo la propuesta y acepté. Pero no es cuestión de gusto o comodidad, para mí se trata de ser útil, dar calidad de vida y salvarla, en primera instancia.
“De manera que no pongo una por encima de la otra, llevo los dos servicios. Logro alternarlos armoniosamente, y trataré de mantenerlo”.
Al termino de la entrevista, Indira me pidió que dijera que su hija más pequeña quiere ser médico, pero no como ella, sino como su pediatra, porque según la niña, la cura cuando está enferma y es muy dulce y amable, lo cual a juicio de mi entrevistada dice mucho del reconocimiento social, en Cuba, para con los galenos.
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Felicidades Doctora, profesionales de la salud como usted, que tantos ha dado nuestra Revolución son los que hacen que valga la pena seguir luchando por mantenerla.