Este 13 de marzo, en el policlínico Efraín Mayor, en el habanero municipio de Cotorro, conocí Abel Aguilar Rodríguez. Tenía la mirada brillosa, como si un torrente de emociones intentara escapar de sus ojos para rodar por el rostro antes de precipitarse, como pequeñas gotas de agua salada, sobre el piso de esa institución médica.

A su alrededor estaban sus compañeros de trabajo, esos que le han visto crecer desde que se graduada como Médico General Integral (MGI), hasta este momento en que, con 30 años, es recibido con todo el cariño de su pueblo natal tras haber cumplido su primera misión internacionalista. A él le "tocó sanar almas" en un medio desconocido, donde al intenso frío y un idioma desconocido se sumaban las constantes réplicas del sismo ocurrido en la hermana Türkiye.
Junto a sus compañeros de trabajo se encontraban Tamara Garrido González, primera secretaria del Partido en el municipio; Yaima Valle Barrios, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular; Odalis Columbié Paredes, y el doctor José Luis Marichar, director del Efraín Mayor.
Tamara Garrido, al darle la bienvenida a Abel, resaltó el espíritu solidario del personal médico cubano que fue capaz de acudor a brindar ayuda al pueblo de Türkiye aun cuando en esa hermana nación existían réplicas del terremoto que habían sufrido tan solo unos días antes, al tiempo que le entregaba un diploma de reconocimiento "en nombre no sólo de los compañeros que estamos aquí, sino también del pueblo de Cotorro, que sabía que en Türkiye había un hijo de ellos".

Visiblemente emocionado el doctor Abel agradeció "a todos por esta bienvenida espectacular. Las experiencias en este mes, que pasó muy rápido, fueron muchas. El clima muy difícil, menos de 15, 20 ó 25 grados. Hubo momentos en que dejé de sentir mis pies por 20, 30 minutos, una hora, dos horas. Se vivieron momentos difíciles.
Todo el tiempo era temblando la tierra. En las primeras réplicas todos corrimos hacia abajo. Hasta que poco a poco nos fuimos adaptando. Siempre estábamos preparados, con nuestras cosas más importantes a mano, por si había que salir en algún momento determinado, cumpliendo siempre con todas las medidas de seguridad.
Tras concluir el breve pero emotivo acto de bienvenida Tribuna de La Habana conversó un poco más con este héroe anónimo que desde ahora vive en el corazón de cada uno de los pacientes que atendió en la lejana Türkiye, en tiempos cuando la tierra no paraba de sacudirse.
EL VIAJE
Abel dormía en su casa tras haber terminado la guardia en el Hospital Calixto García. De pronto en teléfono comienza a soñar. Para no pocas personas, lo más fácil hubiese sido no contestar, o simplemente dejarlo descolgado, pero no para él, que está consciente de que un médico no deja de serlo ni cuando está durmiendo.
Sin pensarlo levanta el teléfono. Del otro lado de la línea le preguntan si está dispuesto a pertenecer a la Brigada Henry Revee, en Türkiye, producto del terremoto ocurrido el 6 de febrero. A partir de ese momento todo el proceso hasta la llegada a Türkiye fue muy rápido.
Recuerda que cuando le contó a los padres, ellos, en un principio, pensaron se trataba de una broma. Pero muy pronto se dieron cuenta que todo lo que les decía era muy real. En ese momento comenzó un proceso de temor por lo que le pudiera pasar, y de orgullo por la decisión que había tomado.
La llegada a Türkiye fue uno de los momentos más increíbles de su vida. Cuando las personas sabían eran miembros de una "brigada médica cubana que había ido, de forma voluntaria a ayudarles, de inmediato respondían: Fidel. Muchos se emocionaban, lloraban, estaban muy contentos y agradecidos al pueblo de Cuba.
Durante el viaje al que sería su "cuartel general, situado en una clínica-farmacia-cuerpo de guardia, ubicada en el pueblo Büyükyapalak todo lo que vio fue un paisaje desolador. Edificios en ruinas, los pocos que estaban en pie exhibían grietas por doquier. A ese panorama se sumó un clima muy frío, con temperaturas entre los menos 20 y los menos 30 grados.

El frío hizo, en varias oportunidades no se sintiera los pies por espacio de tiempo que iban desde los 20-30 minutos, hasta las tres horas. En esos momentos las gorras, la bufanda, y cuanto tuviese a mano, iba a parar a los pies. Recuerda que "el gobierno turco nos apoyó mucho dándonos sus mejores botas, sus mejores encuestadas. Poco a poco fuimos adaptándome al frío. El idioma y las costumbres fueron otros dos retos que lentamente fueron venciendo.
Claro que aquí, en La Habana, los padres, aun cuando se mantenían en constante comunicación, no sabían todas las pruebas que estaba enfrentando. De haber sido así, ello hubiera significado una mayor preocupación tanto para ellos, cómo para él.

Nos comentó Abel que los niños y los ancianos fueron los pacientes que más le impactaron. Los niños lo hicieron por su cariño, por su forma de sonreír, por cómo te abrazaban. Los ancianos le impactaron por su agradecimiento. En total, en los 24 días que estuvo de misión, atendieron 3700 personas, de ellas 600 fueron niños, mientras el mayor número de pacientes eran personas de la tercera edad.

Sin embargo, pese a los problemas con el clima, el idioma, las costumbres y la lejanía del hogar, cuando le preguntamos si volvería a cumplir con una misión internacionalista, sin dudarlo dijo que sí, pues para él, salvar vidas es su vida, sin importarle donde sea, ni las circunstancias en que sea.
Por lo pronto, le quedan las emociones vividas, esa mezcla de experiencias alegres y tristes que se han filtrado bajo su piel y que nunca le abandonarán, así como todo lo que aprendió en esos días de intenso trabajo.
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