En el año 2003, la doctora Ana Elis Paumier Guilarte puso sobre los hombros de su hija Jessica Gómez Paumier, de solo 14 años, la responsabilidad de tomar una decisión trascendental para la vida de ambas, el resto de la familia, y quien sabe cuántas personas más.
Recuerda que, sentada frente a Jessica, le dijo “usted decide. Tengo una tarea que hacer y usted forma parte de ella. ¿A usted le gustaría que yo fuera a cumplir misión y dejarla con su tía?”, y su hija aceptó. “En ese momento tenía la decisión, el deseo de hacer, y su colaboración. A partir de ahí, la familia se unió más”. Su padre, y su hermana mayor fueron el horcón que le permitieron formar parte de la Misión Barrio Adentro.
RECUENTO ANTES DEL VIAJE
Para la doctora Paumier Guilarte, graduada en el año 1988 como médico tras cursar estudios en el destacamento de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay, está constituiría su primera experiencia fuera de Cuba, pero no así, su primera misión. Ella recuerda que recién graduada, en suelo patrio, le tocó hacer el servicio social en Palenque de Yateras, Guantánamo, donde permaneció durante dos años.
Esa primera experiencia como médico, confiesa, fue la que le hizo formarse como la profesional que es en la actualidad. De esa etapa, que califica de muy intensa, recuerda con especial cariño su estreno haciendo un parto domiciliario “y para ventaja mía, el niño nació en zurrón, o sea, en la bolsa amniótica. También, debo decir, tenía un grupo de enfermeras que eran magníficas”.
A su regreso a La Habana se incorpora al policlínico Wilfredo Pérez, en el municipio de San Miguel del Padrón. En esa etapa llegó el matrimonio y su hija Jessica, que creció en medio del ajetreo típico de un consultorio del Médico de la Familia.
Comenta que allí pudo aplicar todo lo aprendido con anterioridad en Yateras, por lo que la intensidad del trabajo no constituyó un problema para ella pues “veníamos preparados para hacer partos, suturar, realizar citologías, electros. Éramos integrales”.
LLEGADA A CENTRO HABANA; MISIÓN BARRIO ADENTRO
Fue en el año 2000 cuando Paumier Guilarte llegó al policlínico Marcios Manduley, en el municipio de Centro Habana. Aquí, explica, ha hecho de todo, desde trabajar en un círculo infantil, hasta su actual ubicación en el consultorio médico 5-6, ubicado en Perseverancia, edificio 210 bajos, entre Ánimas y Lagunas, donde atiende a unos 2 050 pacientes, pertenecientes, mayoritariamente a la tercera edad, “incluso, tengo una paciente de 103 años”.
Poco antes de contarnos de su incorporación a la Misión Barrio Adentro, como si la vida quisiera poner a prueba la capacidad de la doctora para adaptarse a nuevos retos, nos vimos precisados a realizar algunos “ajustes técnicos” de última hora, pues llegó al anunciado apagón. En esas condiciones, en pocos segundos “emigramos” a casa de unas vecinas que sin pensarlo dos veces, nos dejaron pasar, pues la doctora, al decir de estas mujeres cuyos rostros están salpicados por hilos de plata, es parte de la familia.
Ya acomodados, Paumier Guilarte se remonta a cuando, por primera vez, pisó el suelo de Venezuela. Allí le tocó trabajar en el Estado de Barinas. De ese viaje, comenta: “Llegamos a Caracas de noche, y de ahí salimos a las 6:00 a.m. hacia Barinas, adonde llegamos de noche. Allí nos recibieron con mucho amor”.
“Tras comer algo, fuimos a cada una de las casas que teníamos asignadas. En aquel momento tuvimos que vivir y consultar en casa de los pacientes. Estábamos asustadas. Creo éramos más mujeres que hombres. Pero tuvimos la ventaja de siempre trabajar en dúos. El Comandante había dado órdenes de que las mujeres no podían trabajar solas”.
A la Dr. Paumier Guilarte, junto con la Dr. Ana María Estrada, le tocó un sitio llamado Francisco de Miranda, muy cerca de donde nació y se creció Chávez. Recuerda que ella vivió en casa de la señora Rosa, “una persona muy buena. Lamentablemente ya falleció”. Fueron momentos duros, “porque las costumbres de ellos no tienen nada que ver con las de nosotros”. Pero esos primeros miembros de la Misión Barrio Adentro sabían, antes de salir de Cuba, que iban a vivir en casa de los pacientes, tal como hicieron los alfabetizadores cubanos a inicios de la Revolución cuando vivieron en casa de las personas que iban a alfabetizar.
Si algo les chocó en un inicio fue que les cerrarán las puertas cuando iban a visitar a los pacientes a las casas. Lograr les permitieran entrar a los hogares cuando estaban de terreno, fue un trabajo arduo, paciente, hasta demostrar que, contrario a lo que algunos decían, “los médicos cubanos solo iban a asistir, y no a hacer otras cosas”, y las puertas, poco a poco se abrieron.
La misión en Venezuela se extendió hasta el 2011, sin embargo, esa no fue la única de la cual formó parte durante ese periodo. Al parecer, a Paumier Guilarte le persiguen los desafíos, tal como ocurrió en el 2005.
Recuerda que ese año “estuve de vacaciones aquí, en La Habana, y estando en el Focsa, sitio donde hacíamos la estancia antes del vuelo, ocurrió el huracán Katrina, el cual devastó a Nueva Orleans. Eso fue como un martes, para viajar un miércoles. A las 5:00 p.m., el Comandante en Jefe Fidel Castro dio la orden que hacía falta que todo el médico que estuviese en La Habana, de vacaciones, y que estuviera disponible para integrar la brigada Henry Reeve, se movilizara. Nosotros estábamos en el lugar ideal, y desde ahí fuimos movilizados para Machurrucutú unos 280 médicos. Nosotros fuimos los primeros en llegar a formar la Brigada Henry Reeve”.

En aquellos momentos, como se conoce, el gobierno de Estados Unidos no aceptó la ayuda de Cuba. Sin embargo, ello no impidió la preparación de los poco más de 1500 galenos que ese 2005, de conjunto con la graduación de los estudiantes de Ciencias Médicas, se realizara la de los miembros del Contingente Internacional de Médicos Especialistas en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias, Henry Reeve.
Ya graduada como brigadista Henry Reeve, en ese mismo año, viajó a Guatemala, nación que había sido afectada por intensas lluvias y grandes inundaciones. Se emociona al recordar la llegada a Guatemala, en plena noche, bajo la lluvia, con los truenos cayendo.
Ahí sí tuvo miedo. En plena oscuridad comenzaron a subir en una guarandinga. Aun los deslaves corrían loma abajo, y llegó un momento del viaje, que transcurrió por farallones estrechos, cuando el susto se apoderó de todos. En plena montaña, a un costado del camino, un carro desbarrancado, sujeto por una mata. De pronto, la guagua comienza a dar para atrás, para atrás, el miedo se hizo patente en todos, hasta que lograron llegar a la cima. Entonces volvieron a respirar felices.
Quetzaltenango fue el lugar al que finalmente llegaron. Tras bañarse, comer y reponer fuerzas iniciaron el camino hacia distintos sitios. A la Dr. Paumier Guilarte le tocó Palestina de los Saltos, un lugar muy apartado, pocas casas, mucho sol, y una altura horrible, de la cual recuerda “cuando fui al lugar donde iba a dormir me dio una taquicardia tremenda. Pensé iba a morirme. Hasta que me dijeron, estaba a 3000 metros sobre el nivel del mar”.
Allí permaneció por tres meses. “El trabajo fue muy duro. No solo brindábamos asistencia médica, también apoyamos psicológicamente a esas personas que lo perdieron todo. Algunos contaban que el deslave se llevaba a los niños, y no podían hacer nada”. En esas condiciones permaneció durante casi tres meses. A Cuba regresó el 8 de diciembre, con la misión cumplida.
DE REGRESO A VENEZUELA
Un breve descanso, para recargar las pilas, y de vuelta a Venezuela. Como tenía un diplomado en Pediatría, apenas puso un pie en Barinas le informaron había sido seleccionada para ir, como parte de un grupo multidisciplinario, a trabajar en la zona del Amazonas.
Esta vez le tocó atender a los indios yanomamis. “Fue un trabajo muy sacrificado, pero muy bonito. Salíamos a las 6:00 a.m. y regresábamos a las 6:00 p.m., en ocasiones nos teníamos que quedar a dormir en nuestras hamacas en el lugar, casi al aire libre. Para ir a los lugares, nos montábamos en una lancha con motor, en ríos con muchas pirañas, en viajes que podía durar varias horas”.
VENEZUELA EN EL RECUERDO
Cuando finalmente finalizó la misión en Venezuela, retornó a trabajar en el policlínico Marcios Manduley, donde desde entonces se encuentra en el consultorio 5-6. Pero no fue Venezuela el único sitio que conoció de su quehacer internacionalista, pues en el 2013 fue seleccionada, por la experiencia que ya tenía, para ir a Brasil como parte de un grupo de 400 médicos pertenecientes a la capital.
Ello requirió de una preparación intensa previa al viaje, amén de otra preparación una vez llegado a Brasil antes de ser distribuidos por diferentes estados. Aunque el idioma, en un principio le golpeó un poco, logró adaptarse y hacer, durante los tres años que allí permaneció, la especialización en Estrategia de Atención a la Familia, en la universidad de Minas Gerais.
Nuevamente el regreso a La Habana, a su policlínico amado, a sus pacientes. Nuevos retos por cumplir, primero movilizada durante tres meses en la Covadonga en el trabajo contra el dengue; después, llegó la COVID y la cosa se complicó.
Entonces, ella se incorporó a trabajar en la primera puerta de entrada de la COVID, con un sistema de 24 horas por 72. “Ello dio inicio el 10 de abril del 2020, momento cuando se cerró La Habana y se nos puso un transporte que nos llevaba y recogía, porque toda la capital estaba sin trabajar. En medio de esas circunstancias, me seleccionaron para ir a México. Fue así como pasé de estar en el cuerpo de guardia, para la CUJAE y de ahí a México.
“Fueron tres meses de trabajo muy intenso, de hecho, de todas las misiones que he tenido, México fue la más intensa. Nos tocó trabajar en medio de la pandemia, en hospitales donde había COVID, directamente con pacientes con esa dolencia”.
Llegar a Cuba después de México, y tener que pasar el necesario tiempo de cuarentena, fue una prueba muy dura, pero necesaria. La familia te sabe ahí, al alcance de la mano, pero hay que esperar. Nosotros desesperados, pero teníamos que esperar. Nosotros sí vimos morir por COVID. Cuando llegamos no queríamos dejar de pasar la cuarentena, pero sabíamos que esa espera es importante.
LA FAMILIA, ETERNO AMOR
Tanto ir y venir no es fácil. La familia queda a un lado, se pierden momentos irrecuperables. Cada instante juntos se aprecian más que nunca. La hermana Cecilia Paumier, que acogió a su hija desde los 14 años hasta su regreso; un padre Súper; su otra hermana Marilín; amigos incondicionales que apoyaron a la familia, esos fueron sus puntos de apoyo, los que le brindaron fuerzas para seguir adelante.
Recuerda no haber estado en momentos importante en la vida de su hija Jessica, como fueron sus años de estudio en la Lenin, su graduación como ingeniera cibernética, esos momentos de la adolescencia que no se repiten. Pero en mi caso, yo estaba pendiente de ella a diario. Tuve el apoyo de una familia tan especial que esa lejanía pasó, dejó huellas... pero no sangró”.
Por ahora, aún cuando declara estar presta para cualquier nueva misión, lo mismo dentro de Cuba que fuera, disfruta de su estancia con la familia. Así comenta esta cubana de pura cepa, que tras su regreso de México, como parte de la Brigada Henry Reeve, recibió la Medalla de Hazaña Laboral y quien confiesa sentirse una mujer realizada y feliz de ser médico.
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La Dra. Ana Elis es una profesional formada por la revolución, ejemplo digno del concepto de Médico de la Familia por lo cual se consibio este Programa para la salud de la familia cubana y la comunidad. Dra. Ana Elis FELICIDADES POR TUS LOGROS!!!, las familias y pacientes de Perseverancia entre Animas y Lagunas en Centro Habana, estamos agradecidos de tenerte y te deseamos mucha salud y bendiciones para que sigas ofreciendo tu sabiduría y espíritu de misionera una de las mas nobles tareas por la Vida y para la Vida, lo mas preciado del ser humano.