A mi padre lo mató un cáncer de próstata. Esa es más bien la causa oficial, lo que diagnosticaron los médicos, pero realmente le mataron absurdos convencionalismos. De haber echado a un lado el prurito, el “a mí nadie me hace un hace un tacto rectal”, tal vez ahora, como mi casi nonagenaria madre, se contaría entre los vivos.
Hasta poco antes de morir, el “viejo” -a pesar de sus trabajados 74 años- era un recio y gigantesco roble. Corpulento y ágil, y según me han contado sus compañeros, que en el trabajo no paraba un segundo.
Sin embargo, la enfermedad logró doblegarle y le tumbó en la cama hasta devorarle. Para entonces ya era la sombra de lo que había sido. No se rindió, pero no pudo con el cáncer que terminó por minarle todo su organismo, después de haberse originado en la próstata, esa glándula pequeña del sistema reproductor masculino, que paradójicamente ocasiona uno de los mayores y más molestos problemas del hombre actual.
Aun así, entre las personas comunes, la próstata clasifica como una soberana desconocida. De ella, incluso, la mayoría de los representantes del sexo masculino, solo sabemos el nombre, y muy pocos son quienes conocen del órgano, sus características y funciones, a profundidad. Ello, unido al complejo derivado de preceptos machistas, determina que las visitas al urólogo se prolonguen injustificadamente, aun cuando nos aqueje alguna molestia asociada.

La próstata se encuentra situada justo debajo de la vejiga, rodeando la uretra, es decir, el conducto por el cual el organismo elimina la orina. Producir el líquido (viscoso) necesario, que garantiza un semen fértil, es su función principal. Eso explica por sí solo su trascendencia.
Aunque necesaria y apreciada, con bastante frecuencia, la glandulita suele resultar traicionera. A nivel mundial es la segunda causa de cáncer y la quinta de muerte por esa enfermedad entre los hombres.
En Cuba, durante el 2017, fue la primera, mientras que la tasa de mortalidad se fijó en 55,7 por cada 100 000 habitantes.
Entre los síntomas y signos que pueden significar la presencia de la enfermedad aparecen la disuria (dolor al orinar), hematuria (sangre en la orina), hemospermia (sangre en el semen), dolores persistentes en espalda, caderas y pelvis, además de la disfunción eréctil.
Como principales factores de riesgo, los especialistas mencionan la edad (+50), tabaquismo, antecedentes familiares, y alteraciones genéticas (mutaciones en genes BRCAI o BRCA2 y Síndrome de Lynch). Aparece con más frecuencias en los afrodescendientes.
Aunque el cáncer es el único que puede llegar a provocar la muerte entre los padecimientos que afectan la próstata, y asimismo es el de mayor incidencia, también existen otros dos, que aunque no llegan a ser mortales, si pueden hacer un martirio de nuestra existencia.
Hablamos de la prostatitis, quizás el menos grave, resultado de la inflamación de dicho órgano. Aparece provocada por infección urinaria o sexual, mal curadas; también por permanecer muchas horas sentados. Se manifiesta con molestias en el bajo vientre y a veces (también) en los testículos. De igual modo se empieza a orinar con mayor frecuencia y sentir incomodidad en el momento del coito o una vez finalizado.
A la próstata también le puede atacar la Hiperplasia Benigna (HPB), mal propio del envejecimiento, dado por un aumento del tamaño de dicho órgano, lo cual obstruye el paso de la orina a través de la uretra. Aparece acompañado de disminución en la fuerza del chorro al miccionar, retención urinaria, aumento de la frecuencia urinaria e incontinencia, entre otros.
Pero no hay que asustarse, todas estas enfermedades, atendidas a tiempo, tienen tratamiento efectivo casi en la totalidad de los casos. No obstante la prevención sigue siendo la vía más aconsejable y eficaz. De ahí este consejo, desprovisto de segundas intenciones o interés comercial, en un país como Cuba donde es gratuita la asistencia médica: si pasa de los 45 años, no dude en realizar, de cuando en cuando, una visita al urólogo.
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