El Día Mundial de lucha contra la Lepra se conmemora el último domingo de enero a fin de concientizar la preocupante presencia que esta enfermedad milenaria tiene aún en países de Asia, África y América Latina, y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de su detección temprana para un tratamiento efectivo que evite su transmisión.
La lepra fue históricamente incurable, mutilante y vergonzosa, al punto de que, entre otras medidas, se decretó en 1909, por demanda de la Sociedad de Patologías Exóticas, la exclusión sistemática de los leprosos y su reagrupamiento en Leproserías como medida esencial de profilaxis.
Tras movilizaciones y manifestaciones promovidas por Raoul Follereau a favor de los enfermos de lepra, el 31 de enero 1954 se celebró oficialmente el primer Día Mundial de la lucha contra la Lepra. Su objetivo era sensibilizar sobre la existencia de esta enfermedad y alejar la imagen negativa que se tenía de los afectados.
Hoy, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que el diagnóstico precoz y el inicio temprano del tratamiento es la mejor estrategia para eliminar la enfermedad como problema de salud. El objetivo es alcanzar una prevalencia por debajo de un caso por cada diez mil habitantes, prevenir la discapacidad e impedir la transmisión de la enfermedad.
A pesar de que puede ser fácilmente controlable, todavía existen más de siete millones de enfermos en el mundo, lo que está básicamente relacionado con factores propios de los países de menor desarrollo, donde la miseria y la pobreza dificultan el acceso de los enfermos al tratamiento de cura, lo que propicia la vigencia de la enfermedad.
El miedo a la marginación y las deficientes condiciones de la sanidad pública, hacen que los enfermos oculten su situación, por lo que al no recibir tratamiento, la lepra continúa siendo contagiosa, además de provocarles daños permanentes.
Otra de las causas de su permanencia es la continua marginación a la que se ven expuestos los afectados. Generalmente, se aíslan de la sociedad para ocultar su enfermedad o son obligados a permanecer en lugares de difícil acceso debido a un irracional miedo al contagio, aun cuando se ha demostrado que el aislamiento no es necesario, además que conlleva a un alto impacto psicológico para el enfermo.
Para llegar a todos los pacientes, el tratamiento debe integrarse plenamente en los servicios de salud generales, condición fundamental para su eliminación. Además, es necesario un compromiso político sostenido en los países donde sigue siendo un problema de salud.
La estigmatización de la enfermedad es un obstáculo para que el propio paciente informe sobre su padecimiento. Hay que cambiar la imagen de la lepra a nivel mundial, nacional y local. Es necesario crear un nuevo entorno en el que los pacientes no duden en buscar atención para obtener un diagnóstico y tratamiento temprano.
Acerca de la lepra
La lepra es una enfermedad infecciosa crónica que afecta fundamentalmente a la piel y al sistema nervioso. Causada por el bacilo Mycobacterium leprae o por Mycobacterium lepromatosis (descubierto en 2008). Se conoce también como enfermedad o mal de Hansen, en honor al doctor noruego Armauer Hansen (1841-1912), quien descubrió en 1876 el bacilo que la origina.
Afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, los ojos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y otras estructuras. Se trata de una enfermedad que avanza muy lentamente, lo que dificulta determinar el momento y lugar donde se contrajo. El período de incubación de la enfermedad varía entre nueve meses y 20 años, con un promedio de unos cinco años.
Las primeras lesiones no se manifiestan hasta transcurridos entre tres y diez años desde el momento del contagio. Los síntomas iniciales consisten en una pérdida evolutiva de la sensibilidad y dolor espontáneo en el recorrido del nervio, así como la aparición de manchas o nódulos localizados de color pálido o rojizo y sequedad en diversas zonas de la piel.
Según avanza la enfermedad, los síntomas se agravan notablemente. Como consecuencia de las lesiones en el sistema nervioso, los músculos sufren parálisis y pérdida de sensibilidad. Las glándulas que lubrican la piel no funcionan con normalidad, lo que puede ocasionar infecciones secundarias, la sustitución de tejidos sanos por tejidos muertos y la destrucción del hueso. Además de algunas otras partes del cuerpo, la enfermedad afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias altas y los ojos.
En una fase posterior se producen entumecimientos en las extremidades, debilidad muscular, aparecen nódulos o tumores por todo el cuerpo, la piel se arruga, se hincha y muestra una total insensibilidad al dolor y a cambios de temperatura. Esto ocasiona que el enfermo sufra heridas o quemaduras sin percatarse de ello, lo que puede derivar en graves infecciones cuya única solución es la amputación. Otros síntomas, ya más tardíos son el abultamiento de la frente y la distorsión facial, a la que se ha denominado cara leonina.
La lepra, en sí misma, no produce la muerte. Sin embargo, provoca una reducción drástica de las defensas inmunitarias, que unido a las difíciles condiciones socio-económicas de los pacientes, los hacen proclives a contraer otras enfermedades que pueden ocasionarles su fallecimiento.
Las lesiones que provoca incluyen los tejidos de los nervios superficiales, piel, faringe, laringe, nariz, ojos y testículos. El inicio de la enfermedad es insidioso. En casos no tratados, la deformación por infiltración de la piel y afección de los nervios puede ser extrema.
Se asegura que no es muy contagiosa. Se transmite a través de gotículas nasales y orales durante contactos estrechos y frecuentes con casos sin un adecuado tratamiento. Es una enfermedad curable y, cuando se la trata en sus fases iniciales, disminuyen considerablemente las probabilidades de discapacidad. Se cura con un tratamiento sencillo, eficaz y gratuito en todos los países gracias al acuerdo alcanzado entre la OMS y las compañías fabricantes.
Hoy en día el diagnóstico y el tratamiento de la lepra son sencillos, y los países con mayor prevalencia se esfuerzan para integrar plenamente la atención contra la lepra en los servicios de salud generales existentes. Esto tiene una especial importancia en las comunidades desatendidas y marginadas con un mayor riesgo de lepra, donde viven los más pobres.
Estrategia para eliminarla
Velar por que todos los pacientes tengan acceso a servicios de tratamientos médicos ininterrumpidos, implementando para ello sistemas de administración de la medicación que sean flexibles y cómodos para el paciente.
Garantizar la sostenibilidad de los servicios de tratamiento mediante su integración en los servicios de salud generales y fortalecer la capacidad del personal sanitario para tratar la enfermedad.
Promover la concienciación de la comunidad y cambiar la imagen de la lepra a fin de alentar a los propios afectados a que busquen asistencia y puedan beneficiarse de un tratamiento temprano.
Vigilar el desempeño de los servicios de tratamiento, la calidad de la atención dispensada a los pacientes y los progresos realizados hacia la eliminación mediante sistemas nacionales de vigilancia de la enfermedad.