“Hay que ser personas verdaderamente consagradas al servicio de los demás; uno puede apreciar, cuando los ve ahí con su alumno, el incesante trabajo, el esfuerzo y además, la infinita satisfacción que experimentan cada vez que logran un avance”.

Así se refirió Fidel a los maestros y personal en general de la Escuela Especial de Autismo Dora Alonso de La Habana, al inaugurarla el 4 de enero de 2002, cuando se cumplían 40 años de la Educación Especial en Cuba.

Foto: Alberto Borrego Ávila

Esta escuela, situada en la Ciudad Escolar Libertad del municipio de Marianao, cumple 17 años de incesante labor, tiempo durante el cual han adquirido una experiencia significativa en la educación de los niños con autismo.

Nuevas transformaciones se realizan cada curso en el currículo escolar, conforme a los requerimientos y necesidades educativas de los estudiantes, los cuales son atendidos hasta los seis años. Cada aula tiene alrededor de seis alumnos con una maestra y una auxiliar pedagógica. Además, cuentan con un equipo multidisciplinario integrado por varios especialistas, un médico y una enfermera.

Foto: Alberto Borrego Ávila

Cuando un niño recibe el diagnóstico de autismo la familia se cita ante una comisión médica que en conjunto con la escuela definen su modalidad de atención. Existe la asistencia compartida en la que van dos o tres veces por semana a la escuela de autismo y el resto a la escuela o círculo infantil del Sistema Nacional de Enseñanza (SNE), u otra para niños con discapacidad intelectual, la asistencia permanente en la que acuden todos los días y la ambulatoria con atención en la casa.

La escuela tiene carácter de tránsito, es decir, los niños permanecen dos cursos o más en la escuela y luego se insertan en escuelas para niños con discapacidad intelectual o del SNE. Esto no ocurre con todos, se tiene en cuenta el progreso de cada uno y en cada inicio de curso, luego de un mes de evaluación, se define quien está preparado para la inserción.

Foto: Alberto Borrego Ávila

Durante este proceso se debe preparar al niño y a la familia. Se delimita un plan de acciones concretas que las realizan las maestras de apoyo al tránsito. Esto sucede de forma paulatina y debe prepararse al maestro que lo atenderá en la nueva escuela. Cuando el niño pasa de manera definitiva al nuevo sistema de enseñanza, se le continúa un seguimiento por el personal de la escuela dedicado a esta actividad.

Por otra parte, todos los meses se realiza un encuentro de padres en los que la familia intercambia con los especialistas y maestros para plantear los problemas que presentan con los niños y las posibles soluciones, inquietudes, inconformidades, entre otras situaciones. Estos encuentros también permiten educar a los padres en la forma más adecuada de contribuir a la educación de sus hijos.

Foto: Alberto Borrego Ávila

Existe un porciento significativo que no logra insertarse en otras escuelas, ya sea por problemas de adaptación o por su bajo nivel de desarrollo, y permanecen en la escuela hasta los seis años. Al arribar a dicha edad se trasladan hacia una de las dos escuelas destinadas para estudiantes con autismo entre siete y 18 años. Luego deben permanecer en sus casas con la familia, limitando su participación en la sociedad, lo cual aún constituye un problema no resuelto.

Los trabajadores de esta escuela realizan una labor conjunta con la familia, a fin de lograr lo que hasta hoy parece ser un sueño: integrar a las personas con autismo a la sociedad. No obstante, vale destacar que tres de los integrantes de su colectivo laboral padecen de autismo y realizan su trabajo con enorme convicción y disciplina.

Lamentablemente un elevado por ciento no lo logrará, pues en el amplio espectro del autismo existen diferentes niveles de desarrollo y pocos alcanzan esa total independencia. La ayuda de la familia es primordial, pero muchas veces no es suficiente. Por ello, es importante prever labores sostenidas durante toda la vida, problema aún no resuelto a nivel nacional.