Foto: Norma Ferrás Pérez

El Dr. Dimas Perón Rodríguez, Especialista de II Grado en Cirugía Pediátrica, con una experiencia profesional cercana a los 50 años, ha dedicado su vida a enaltecer la salud pública cubana, en función de mejorar la calidad de vida de los infantes. En diálogo con la prensa expuso algunos momentos especiales de su vida laboral, relacionados con el líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz.

Comenzó a trabajar en el Hospital Pediátrico Pedro Borrás Astorga en 1980, actual Hospital Pediátrico Universitario Borrás-Marfán del municipio de Plaza de la Revolución. Ha cumplido dos misiones internacionalistas: cuando la guerra de Angola y años más tarde en Brasil, desde 1998 hasta el 2000. Es fundador de la Sociedad de Cirugía Pediátrica de Cuba y ha sido Secretario de la Asociación Panamericana de Cirugía Pediátrica, así como miembro correspondiente y de honor de varias sociedades extranjeras.

Siempre se ha interesado por el desarrollo de la salud pública de la isla, por lo que ha trasmitido su experiencia hacia otros galenos. Se inclinó por esta especialidad porque “es muy gratificante cuando obtienes tan buenos resultados en poco tiempo. Cuando operas a un niño, de una hernia por ejemplo, a la hora ya está caminando”.

Sobre sus encuentros con Fidel manifiesta: “Cuando intercambiaba con él me sentía a plenitud, era extremadamente amable y jocoso. Durante la primera epidemia de dengue, la única sala de terapia intensiva que había en la capital era la del Borrás, por lo que aquí se atendieron los primeros niños diagnosticados. El Comandante estaba al tanto de todo y debido a esta experiencia, decide crear una sala de terapia en cada hospital pediátrico, con una técnica superior”.

Fidel en el hospital Borrás-Marfán. A la derecha del líder cubano, el doctor Dimas Perón Rodríguez. Foto: Cortesía del entrevistado

“Él venía al hospital continuamente, y como yo era miembro del consejo de dirección, más de una vez tuve que atenderlo. En el cuarto piso estaba la sala de cirugía y teníamos una pequeña de cuidados especiales, con tres camas y una muy buena dotación de enfermeras. Tenía una trampa para evitar la contaminación, donde había una puerta que al abrirse daba directamente con una de las camas”, refiere.

“En una de sus visitas me pregunta sobre esa sala y le explico que es de terapia intermedia y que los niños ingresados ahí tenían dengue, y me dice: Vamos a verlos, (porque siempre saludaba a todos los niños y sus madres). Le digo que tiene que ponerse la sobrebata, el gorro y las botas de tela. Se lo pone todo, abre la puerta para cruzar la trampa y entra en la sala. Cuando lo hace, el niño más cercano, que estaba grave y lleno de sueros, se paró encima de la cama y dice: Pioneros por el comunismo, seremos como el Che. Y Fidel retrocede, se sienta en el mismo banco donde se había puesto la vestimenta, y las gotas de lágrimas eran inmensas. Se para, coge aire, y me dice, - vamos-, y entra a ver a los niños”.

“Pasan dos o tres días y regresa, pues sus visitas durante la epidemia de dengue eran muy frecuentes. Me dice: -doctor vamos a aquella salita- (quería ver al niño otra vez), pero cuando abre la puerta no está y piensa lo peor. Entró a la sala, y habló con los demás niños y las mamás”.

“Luego bajamos a la dirección junto con todo el consejo. Entonces me dice: Profesor Dimas, aquel niño que vi la vez anterior…y le digo: Sí comandante, está de alta. Y dice: ¡Qué bueno, cuanto me alegro!,… ¿y hay manera de saber de él? –Sí comandante, aquí le tengo la dirección (lo había previsto y tenía un papel en el bolsillo con los datos). Después supe que cuando salió del hospital fue directo para San José, donde vivía, y lo encuentra vestido de miliciano”, narra con una mezcla de picardía y emoción.

Foto: Cortesía del entrevistado

No cabe dudas que practicar la medicina ha sido fundamental en la vida del Dr. Dimas, quien afirma: “Lograr la satisfacción del paciente pediátrico y sus familiares es lo mejor que me ha sucedido. Mantengo un estrecho vínculo con los pacientes y su familia, nos hacemos amigos, muchas veces también somos como familia. Se casan, tienen hijos y me siguen visitando”.

Y concluye: “Nuestro equipo de trabajo se esmera en establecer una relación con los pacientes, les damos a sus padres el número de nuestros celulares, de la casa, porque queremos que se sientan seguros, protegidos, que estamos a su lado. Eso no tiene precio y le llena a uno el corazón”.