José Martí (1853-1895) tenía 17 años en 1870 y desde el 4 de abril era el número 113 en la primera brigada de blancos, luego de ser trasladado al Presidio Departamental de La Habana para cumplir los seis años de prisión que le fueron sentenciados por el delito de infidencia.
Meses antes, Martí había señalado como apóstata a un compañero de clase, Carlos de Castro y de Castro, pues el joven se había alistado en las tropas del ejército español. Por esta causa se le celebra un consejo de guerra ordinario, donde se decide el tiempo de condena y más tarde, a partir de una auditoría de guerra, el Capitán General de la Isla aprueba su traslado hacia la cárcel otrora ubicada al comienzo del actual Paseo del Prado.
Sus vivencias en prisión y los trabajos forzados realizados en las Canteras de San Lázaro serían luego recogidas en su texto Presidio Político en Cuba, una de las piezas literarias más importantes para comprender la obra (en pensamiento y acción) del Héroe Nacional.

Fue este un momento de radicalización política, donde el joven Martí a través del sufrimiento encuentra más razones para soñar con una Cuba libre y descubre la belleza de dolor por las causas mayores. El 28 de agosto de 1870, escribe a su madre, doña Leonor Pérez, al reverso de una foto, el poema A mi madre; una declaración de irrevocable pensamiento independentista que, si bien no desconoce el desconsuelo materno, atisba un ideal supremo que merece todos los sacrificios.
En estos cuatro versos caben el auto reconocimiento, la bondad, el amor y la intransigencia ideológica. Es esta una estrofa que resume el sentimiento familiar y patriótico bajo el cual Martí vivirá el resto de sus años; alejado de los que ama en pos de una vida mejor para Cuba, una vida de espinas, y de flores.
A mi madre
Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores.