Lo que se desarrolla hoy en aguas del Caribe por parte de efectivos y medios bélicos de Washington solo puede catalogarse de accionar degradante, ridículo, y vulnerador del derecho internacional.

Resulta vergonzoso que esa desarrollada nación que tradicionalmente se ha autoproclamado como “ paladín de los derechos humanos y la democracia”, protagonice cruzadas tan agresivas y carentes de solidez jurídica alguna contra barquitos, chalupas o embarcaciones que transitan por una zona de libre acceso marítimo en la zona, y donde además tienen derecho de acceder  pescadores, migrantes y ciudadanos civiles de cualesquiera nacionalidad, con fines que nada tienen que ver con el cacareado narcotráfico.

El burdo y gastado pretexto de controlar el tráfico de drogas, recurrente, por parte de EE.UU. contra Venezuela, carece de apoyo y veracidad alguna, pues no existen pruebas convincentes ni declaraciones de ninguna organización regional y universal especializada y responsable con el tema, que haya podido confirmar tal aseveración, exclusiva retórica de la Casa Blanca.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, que acordó sustentar la región como Zona de Paz ha manifestado su rechazo a cualquier agresión a pueblos del continente. Los tiempos de intervenciones militares, piraterías aéreas y marítimas corresponden a centurias de incivilización humana y actos fascistas de etapas anteriores al siglo XXI.

Lo que pone en evidencia ese despliegue prepotente de tropas norteamericanas es el desmedido interés de EE.UU. de apoderarse de recursos naturales de otros países e imponer, a la fuerza, sus designios en un mundo profundamente cambiante, donde lo que debe prevalecer es la armonía, el intercambio comercial y la colaboración justa y recíproca entre las naciones, aspectos trascendentes en relaciones internacionales que Washington desconoce por su arrogancia imperial, lo cual le aísla de la civilización contemporánea.  

Sobre tierras caribeñas, americanas, se ciernen peligros ilimitados que pueden acarrear consecuencias letales para los millones de ciudadanos del Norte y el Sur del hemisferio, pues las beligerancias irresponsables protagonizadas por el gobierno estadounidense pueden salpicar a cualesquiera de los territorios, incluyendo a ciudadanos norteamericanos, contribuyentes, que no aprobarán jamás, ni financiar o rememorar, otro Vietnam.  

El actual dignatario de la Casa Blanca, Donald Trump, que aspira a un “ Premio Nobel de la Paz” tendría que demostrar verdadera voluntad política de frenar sus escaladas violentas y amenazantes contra países soberanos, y dejar definitivamente su complicidad con el abominable genocidio de Israel en la Franja de Gaza, así como contribuir sin condicionamientos a poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania, controlando la venta de armas y el avance de la OTAN alrededor de las fronteras rusas, algo que pone en grave peligro también la paz, estabilidad y el equilibrio en esa zona.   

Entonces, quizás, al menos, podría haber sido Trump un candidato con alguna posibilidad al Nobel, aunque con muchas reservas de opiniones en el ámbito internacional al respecto, pues su actitud beligerante contra naciones que no comparten su sistema ideológico y económico y son víctimas de bloqueos, sanciones y listas espurias de “patrocinio de terrorismo”, injustificados, como sostienen contra el noble pueblo de Cuba.

Este aspecto de carácter antihumano y vulnerador de derechos humanos de millones de cubanos en la Isla sería suficiente para considerarlo, no apto, para un Premio tan trascendental  que debe ser otorgado a ciudadanos del orbe que muestren pleno apego a los postulados de la Paz, a la búsqueda de concordias, diálogos constructivos, colaboración, y buena vecindad con todas las naciones, independientemente de sus formas de pensar y decidir el desarrollo de sus países.

El Premio Nobel de la Paz debe ser el galardón más preciado a recibir por parte de ciudadanos comprometidos, sincera y profundamente, con la paz y humanidad, y no ser alcanzado, jamás, por fomentadores de guerras e intervenciones militares que acarrean destrucción, muertes e incapacitados.

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