La situación en el Oriente Medio se torna cada vez más preocupante ante la continuidad del genocidio del gobierno de Israel presidido por Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino.
Esa barbarie ha traído a la región muerte y destrucción, fundamentalmente en Gaza y zonas aledañas, víctimas de asesinatos masivos a través de bombardeos indiscriminados que han dejado un saldo de más de 43 mil personas fallecidas, gran número de mujeres, niños y ancianos, de ahí que clasifique como crímen de lesa humanidad, acción incompatible con esta era de civilización y Desarrollo Humano.
Y a ese complejo y trágico contexto se suman alrededor de dos millones de desplazados de sus tierras, a causa de imposiciones y agresiones de las huestes sionistas.
De igual manera el ejército de Netanyahu lanza ataques aéreos sobre objetivos en Líbano lo cual ha causado también miles de muertes e incrementado la migración en busca de protección.
No existe respeto alguno por la vida ni el derecho internacional por parte de la administración israelí. Y lo más grave resulta ser la incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU para frenar la demencia guerrerista ante el veto y apoyo militar de Washington a ese gobierno que vulnera sistemáticamente desde hace más de 60 años, principios fundacionales y acuerdos de la Organización de las Naciones Unidas, a la vez que desoye de manera irracional y cínica los reclamos de los países del mundo.
Los estados que conforman la comunidad internacional condenan el accionar genocida de Tel Aviv, y esperan que se imponga la justicia, cordura, sensatez y sobre todo, la sensibilidad humana ante tanta barbarie. Netanyahu ha demostrado estar fuera de control, sus anhelos hegemónicos y ambiciones de poder y territorios son insaciables y tienen la repulsa mundial.
Es hora que los aliados de Israel, autoproclamados “defensores de democracia y derechos humanos” muestren firmeza, sensibilidad, y particularmente real voluntad política para frenar el genocidio, y acabar de una vez por todas con la impunidad de los invasores, demandando con inmediatez el térmimo de las masacres contra las familias y ciudadanos de Palestina, y pueblos vecinos.
Todavía existen varios conflictos en curso en diferentes latitudes, y una tercera Guerra Mundial tiene que evitarse, pero ésta podría surgir ante la profunda irresponsabilidad de gobiernos que estimulan y apostan a las beligerancias entregando colosales arsenales de armas en manos irresponsables lo cual resulta muy peligroso.
Los millones de personas que habitan este hermoso, pero agredido planeta, están hartos de guerras de exterminio en masas, fomento de terroristas, intervenciones militares, saqueo de recursos de pueblos, chantajes y sanciones por parte de inescrupulosos entes hegemónicos del llamado Primer Mundo, algunos de los cuales padecen de ceguera política al no visualizar las catastróficas consecuencias que puede acarrear su incondicional apoyo a disparatadas estrategias de gobiernos e incremento de conflictos por satisfacer los intereses del Complejo Militar Industrial que puede llevar al planeta a su desaparición y por ende, a la especie humana.
Vivimos en una era nuclear y son muchos los que en esta órbita cuentan con armas tan letales como para borrar de la faz de la Tierra continentes y regiones completas. Nadie está exento de sobrevivir a una debacle nuclear, debe controlarse la locura de los que apostan al odio, amenazas y muertes.
Si quisiera promoverse una paz verdadera y un proceso de desarrollo integral para todos en esta Tierra, deben cesar los abusos, las desigualdades, la pobreza extrema, y las imposiciones que tratan de sembrar países occidentales hacia los del Sur en desarrollo.
Lo que debe prevalecer es la convivencia pacífica entre los Estados como reconocen las Naciones Unidas desde su Carta Fundacional. Y sería altamente beneficioso para la humanidad alcanzar la paz que garantice mayor nivel de intercambio comercial, inversiones, complementariedad de economías, desarrollo integral socio-económico, y mejor porvenir para las generaciones presentes, y futuras.
Basta de guerras, de prácticas de explotación del hombre por el hombre. Es hora que Palestina y otras naciones del mundo sustenten su independencia sin injerencia ni agresiones foráneas.
Cada pueblo tiene derecho a vivir y desarrollar el sistema de sociedad que consideren sus ciudadanos, con mayor justicia y equidad. Nadie tiene autoridad jurídica para bombardear, asesinar, y usurpar tierras ajenas.
Palestina, Líbano y Oriente Medio anhelan la paz, con independencia y sin intervenciones extranjeras. Y la comunidad internacional tiene el deber moral, de justicia y solidaridad de contribuir a lograrlo.
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