El “ Grupo de Lima” (que regional e internacionalmente fracasó en sus propósitos injerencistas e intervencionistas de inmiscuirse en los asuntos internos de otras naciones, particularmente de Venezuela), al parecer por iniciativa de centros de poder al servicio de las oligarquías y la desacréditada Organización de Estados Americanos (OEA) pretende resucitar y una vez más ignorar la decisión del pueblo venezolano que de forma democrática celebró su proceso electoral, el cual además fue validado por el Sistema Nacional Electoral y Tribunal Supremo de Justicia, es decir, por la institucionalidad del país.
Solo la rancia y extremista derecha que aposta a la violencia y el terrorismo como método para asumir el poder, -a como sea- y sus acólitos aliados por intereses económicos y geopolíticos no aceptan la reelección de Nicolás Maduro como Presidente, aprobada y reconocida por la mayoría de su población y también por el ente judicial.
Existen incluso, ciudadanos afiliados a otros partidos venezolanos que consideraron su triunfo y estuvieron presentes en la contienda electoral, y a pesar de no compartir ideas de la Revolución, prefirieron votar por la continuidad del chavismo antes de aceptar la estrategia de violencia, destrucción y muerte que propone y practica lo más reaccionario de la oposición vendepatria que ha contribuido al robo de activos, y a las penalizaciones a su propio pueblo.
Así mismo en esta contienda se constató el rechazo mayoritario de los ciudadanos a la imposición del terror que trató de sustentar esa derecha recalcitrante.
La población a la hora de ofrecer su voto tuvo en cuenta también el rol desempeñado por el proceso bolivariano en la batalla contra las desigualdades, la expoliación de recursos naturales y frente a la corrupción, lo cual contrasta con el entreguismo de la oposición que encabeza Juan Guaidó, María Corina Machado y demás séquito de usurpadores de riquezas e institucionalidad de la nación.
Los que hacen mutismo ante los sucesos violentos orquestados una vez más por grupos opositores se convierten en cómplices o promotores de quienes generan esa extrema violencia que además de incentivar odios y crímenes llega a destruir bustos de próceres de la independencia. Sus organizadores son los mismos que con manto de “democracia y derechos humanos” tienen como interés prioritario, el ensanchamiento de sus arcas financieras personales.
Lamentablemente, algunos gobiernos de países en Latinoamérica se hacen eco de las campañas mediáticas de desinformación y falacias que sobre Venezuela vienen tejiéndose desde el triunfo de la Revolución Bolivariana. Por estos días sus enemigos, esos que se oponen a las políticas de equidad y justicia que impulsa ese proceso con respaldo popular, incrementan sus agresiones a través de los medios de comunicación hegemónicos y redes sociales de forma desesperada, ante la derrota infringida por el pueblo venezolano.
Esa oposición que nunca acepta los resultados electorales, solo con la excepción de cuando logra alguna victoria, es la misma que otrora apoyó el neoliberalismo salvaje que trajo consigo mayor discriminación y pobreza en detrimento de las necesidades perentorias de los ciudadanos. Es la que también muestra su rechazo a las políticas de inclusión y oportunidades para todos con igualdad de derechos y acceso a la educación, salud, cultura, empleo, seguridad social y demás indicadores de Desarrollo Humano.
Los oligarcas con sus “ democracias burguesas” solo legislan a favor de las minorías en el poder, y no han representado jamás a todos los segmentos de la población.
Y resulta una verguenza que en el denominado “ Grupo de Lima” estén gobiernos que conocen la historia de la región, con una larga lista en el continente de intervenciones militares, golpes de Estado, persecuciones, acciones terroristas, intentos de asesinato a líderes sociales y políticos, sangrientas dictaduras militares en el Cono Sur con miles de desaparecidos y muertos, la Operación Cóndor, etc. Y aún con esos antecedentes históricos algunos sean capaces de condenar a Venezuela, luego que esta efectuó un proceso electoral democrático y participativo que además fue auditado, supervisado y determinado por su pueblo e instituciones autorizadas. Precisamente este es el país que más elecciones ha realizado en alrededor de dos décadas con la asistencia de millones de electores y un considerable número de observadores internacionales, algunos de los cuales han reconocido la seguridad del sistema automatizado y complementario del proceso, algo que muchos hoy no pueden mostrar en sus respectivos países, donde todavía es muy precario el sistema.
Los pueblos de los países que quieren revivir al difunto “ Grupo de Lima”, se preguntan:
¿ Qué democracia defienden esos gobiernos, cuando sus coterráneos son víctimas de abismales desigualdades, violencia, desempleo, narcotráfico, asesinatos, inseguridad ciudadana y muchos otros flagelos que debían ser objeto de solución interna en esos países que hoy quieren dar recetas de “ democracia “ a otros vulnerando el derecho internacional y la autodeterminación de las naciones?
¿En qué sistema político y judicial respetable se ha visto que un delincuente, mercenario, drogado o abominable asalariado lance cocteles molotov contra escuelas, centros de salud, vivienda u otro inmueble, o asesine, y al ser apresado por sus actos delictivos sea considerado “ preso político”?
Las pruebas de hechos de esa índole han sido mostrados en Venezuela a la opinión pública nacional e internacional, y aparecen personas heridas y fallecidas por esas infames acciones orquestadas por una oposición que no ceja en su empeño de destruir la Revolución imponiendo el extremismo, ante sus derrotas en las urnas.
Los que en el contexto actual se suman a la cruzada antibolivariana contra Venezuela, consciente o inconsciente, se convierten en promotores y cómplices de los actos de terrorismo que ejecutan esos criminales y sus patrocinadores, generalmente entes financiados por foráneos.
Esa República soberana, como cualquier otro pueblo de Latinoamérica, el Caribe y el resto del mundo tiene derecho a la paz, a que se respete la voluntad popular y pueda alcanzar su desarrollo sustentable sin bloqueo ni sanciones maquiavélicas que también conspiran contra la unidad e integración regional. Lo que debe primar son las relaciones armónicas y de complementariedad económica entre países vecinos que comparten fronteras, latitudes geográficas, cultura, historia, idiomas y luchas contra invasores y colonialistas.
El “Grupo de Lima” que cuenta en su seno con muy frágiles techos de vidrios debe primero revisarse hacia adentro y evitar continuar siendo un organismo de injerencia e intervención. Penosamente asume los roles tradicionales y de descrédito de la OEA.
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