La guerra mediática impuesta desde Washington contra Cuba no es una estrategia nueva. Pero tiene como complemento añadido el recrudecimiento criminal del bloqueo económico, comercial y financiero más largo de la historia, (sin precedentes en el mundo), por record de extensión y propósitos genocidas.

De igual manera, grupos de ultraderecha y fascistoides suman a sus campañas desestabilizadoras en esta centuria, el empleo desmedido de las redes sociales exacerbando la violencia y el terrorismo, convocando a la destrucción y muerte de patrimonios nacionales, y seres humanos.

Lamentablemente, muchos de esos entes contrarios a la paz y a la vida presentan patologías graves de conducta y sustentabilidad social y se oponen radicalmente a las relaciones armónicas entre países y ciudadanos de diversas ideologías. Estos pululan por calles miamenses bajo la égida de la Casa Blanca y sus agencias federales, a pesar de EE.UU autoproclamarse “paladín de la lucha antiterrorista”, concepto incompatible con dar cobija a terroristas confesos como los ya fallecidos Luís Posada Carriles y Orlando Bosh.

Basta leer declaraciones públicas y observar imágenes trasmitidas desde puntos neurálgicos del sur de La Florida y otras áreas de ese territorio, o ver entrevistas y artículos refrendados por medios de comunicación y sitios digitales para conocer dónde se organizaron, planificaron y ejecutaron las decenas de acciones terroristas realizadas contra la Isla. 

Operaciones contrarrevolucionarias que han dejado miles de muertos y más de un millar de heridos e incapacitados, incluyendo ciudadanos extranjeros como el italiano Fabio Di Celmo, por el solo hecho de estar en un hotel de La Habana; barbaries como esas u otras tan abominables como el sabotaje a la aeronave civil de Cubana en Barbados, también agresiones a funcionarios, embajadas y otras canalladas etc, han sido obra de delincuentes y extremistas radicados en Estados Unidos, y lo que resulta más grave, apoyados y protegidos por administraciones norteamericanas, a sabiendas del dossier de crímenes de lesa humanidad que legaron y otros terroristas siguen cosechando.

El odio, resentimiento y violencia que fomentan sectores ultrareaccionarios, apadrinados y financiados por oscuros centros de poder, engendra monstruos como esos que pierden su condición humana y por sed de venganza pueden convertirse en cuervos que criados por el propio sistema político de intolerancia ante otras formas de pensar, puedan arremeter contra sus progenitores. El asalto al Capitolio por fanáticos del expresidente Donald Trump se aproxima a ello.

Algunas de las manifestaciones de violencia que se constatan en Miami y otras ciudades estadounidenses, mucho tienen que ver con la impunidad ante la mafia cubano-americana que libremente se apertrecha de armas de cualquier calibre, hacen planes militares e intervencionistas y no escatiman recursos para promover destrucción y muerte. Esos son los que con su demencia armamentista ponen en peligro la seguridad de Norteamérica.

Pero Washington, (por su proceder), parece considerar a esos asesinos de jóvenes y personas inocentes como los del avión cubano en Barbados, “terroristas buenos”, aunque tengan en su haber historial delictivo y sangriento como los de Posada Y Bosh. Eso forma parte de una degradada historia contemporánea, atesorada por Estados Unidos.

Afortunadamente, la inmensa mayoría de los ciudadanos cubanos y estadounidenses allí radicados no son violentos ni terroristas, y un considerable número se pronuncia cada vez con mayor fuerza por el levantamiento del bloqueo que  también les daña, y por establecer relaciones diplomáticas normales, que permitan intercambios comerciales, culturales, científicos, académicos, inversiones, y de respeto a la autodeterminación e independencia de ambas naciones. 

Ese pueblo norteamericano con su juventud a la cabeza es el mismo que salió a las calles a pronunciarse contra las masacres de palestinos en Gaza, genocidio contra miles de seres humanos por ambiciones de poder, invasión e intentos de destruir civilizaciones, vidas de mujeres, niños, ancianos, y seres inocentes, por mandato del gobierno de Israel, el cual no pone fin a su política de exterminio y usurpación ilegal de tierras.

Y sin embargo, a pesar de la ignominia que representa ese crimen contra Palestina y en general contra la humanidad, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, recibe armas y recursos destinados por la Casa Blanca para continuar su cruzada de exterminio.

El mundo precisa de cambios radicales, y junto a este, la Organización de Naciones Unidas, en particular su Consejo de Seguridad que no garantiza un desarrollo sostenible, ni equilibrio entre el Norte y el Sur como demanda la comunidad internacional. Pero sobre todo lo que más debe cambiar, es la mentalidad guerrerista y de doble moral del gobierno de Estados Unidos, de manera que mejore en transparencia, imparcialidad y aplicación de justicia ante cualquiera de los actos de violencia y terror que se acometen en el planeta, vengan de donde vengan.

Y por dignidad y respeto a la Constitución de EE.UU no debía privarse a sus ciudadanos de la convivencia pacífica con la vecina, noble y hospitalaria Cuba, país que solo defiende su derecho a un modelo económico y social más justo y equitativo, sostenible, sin bloqueos y con paz e independencia. 

Y algo que el señor presidente de Estados Unidos, Joe Biden, debía hacer, definitivamente, es eliminar a la nación caribeña, que es la víctima, de la espuria lista de patrocinadores del terrorismo, pues la Isla no ha organizado, planificado, ni financiado, hechos extremistas contra Washington y ningún otro país.