A la humanidad no solo preocupa la grave crisis económica, esa de carácter global que en mayor o menor medida incide en todas las naciones del mundo. Existe otro flagelo que se ha intensificado en los últimos tiempos relacionado con la indiferencia, apatía, falta de valores y de voluntad política para poner coto a conflictos que laceran derechos humanos.
La sed de hegemonismo estrechamente vinculado a la usurpación de recursos naturales de otros países caracteriza el escenario internacional actual protagonizado por grandes potencias occidentales encabezado por Washington. Estas han decidido actuar como gendarmes mundiales, sin que ese galardón les haya sido conferido por lo más democrático y participativo de la Organización de Naciones Unidas, la Asamblea General de la ONU.
Nunca antes se ha estado tan próximo a la ocurrencia de un holocausto universal. A decir de los acontecimientos en desarrollo, lo que se vislumbra en esta centuria son cada vez más regiones inmersas en conflictos militares de envergadura los cuales podrían desencadenar consecuencias irreparables para el planeta, esencialmente para los miles de millones de personas que lo cohabitan, por el desenfreno y la irresponsabilidad de administraciones con poder económico e influencias geopolíticas.
Hoy existen varios frentes de guerra abiertos en disímiles latitudes sin soluciones definitivas a la vista. La beligerancia entre Rusia y Ucrania se torna cada vez más alejada de solución, a pesar que sus pueblos lo precisan, y se debe en gran medida a la cantidad de leña al fuego que cada día añaden gobiernos foráneos con marcados intereses, sin valorar que una conflagración mundial en el siglo XXI no solo afecta la vida e integridad de Europa, sino que pone en riesgo a toda la comunidad internacional al poseerse armas sofisticadas y tecnologías superiores, nucleares, a las de la II Guerra Mundial.
La Organización del Atlántico Norte viene actuando de forma agresiva asediando a Rusia incorporando a su membresía nuevos países que comparten su frontera euroasiática, y en otros casos entregando armamentos, orientados al exterminio en masas que de ser usados por algunos de sus Estados vecinos, de seguro desencadenaría en Europa y Asia una conflagración mundial en una era nuclear y presencia de misiles de corto, mediano y largo alcance, sin precedentes. A este latente peligro se suma la crisis climática que se incrementa y se manifiesta en diferentes formas, y cada vez más agresiva.
En el Oriente Medio se viene ejecutando por parte del gobierno de Israel, el cual preside el señor Benjamín Netanyahu, una de las masacres más ignominiosas de la historia de la civilización en esta centuria, contra la población de Gaza, la cual ha costado más de 30 mil muertes. Y lo que es peor y resulta inquietante es que se ejecuta ante la mirada comprometida de algunos y el horror manifiesto de otros que proyectan sensibilidad humana. Pero no se vislumbra el fin inmediato de esa barbarie que se ha tornado inaceptable y repudiable por la mayoría de los países del mundo.
El insólito veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha dilatado el cese del conflicto y pudo contribuir a salvar muchas vidas, si no se hubiese impuesto su incondicional pero irracional apoyo a un gobierno como el de Netanyahu que ha dado fehacientes muestras de no respetar, en lo más mínimo, el derecho internacional y las históricas disposiciones de la ONU.
En la Franja de Gaza se han impuesto los bombardeos indiscriminados a población civil en hospitales, escuelas, campamentos de refugiados, edificios de viviendas etc. Y a ello se suman las incursiones terrestres por parte de Tel Aviv con un asedio criminal que ha obstaculizado ayuda humanitaria y traído consigo hambre, enfermedades, escaces de medicamentos y recursos en general, así como destrucción de patrimonios culturales, y estructuras urbanísticas de un pueblo.
Otros problemas de seguridad y paz acechan también a otras regiones, el fomento de provocaciones en mares y zonas limítrofes entre territorios reconocidos como integridad de China, el asunto de Taiwan con reconocimiento como parte del gigante asiático. Se suceden además enfrentamientos entre grupos armados y gobiernos en el continente africano que deben ser resueltos por vías pacíficas y de autodeterminanción de los pueblos.
Y en el continente americano donde se ubica la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños declarada como Zona de Paz se está suscitando un proceso de desestabilización e ingobernabilidad en Haití que debe ser resuelto, en unidad y armonía por su pueblo en un proceso de elecciones justas, democráticas y libres que permitan a su población decidir su futuro de desarrollo económico con justicia social para todos sus ciudadanos.
Otros diferendos presentes en Latinoamérica como el territorial entre Guyana y venezuela solo precisan del establecimiento de diálogo entre las partes, y respeto a los acuerdos establecidos y particularmente sin injerencia foránea alguna, ni Comando Sur, o bases y tropas militares de otros países interviniendo en los asuntos internos de naciones de la CELAC.
Un tema que incentiva diferendos y aleja las posibilidades de entendimiento y colaboración complementaria a favor de los pueblos y la buena vecindad es el referido a la aplicación de sanciones, bloqueos, listas espurias politizadas y carentes de objetividad como la de ubicar a Cuba como “ patrocinadora del terrorismo”, a una Isla que lo que ha hecho es fomentar la paz en Colombia y en la región, además de ser la víctima principal del terrorismo histórico orquestado desde la Florida, EE.UU.
El mundo necesita gobernantes con inteligencia orientada al bienestar y no a las guerras, las naciones requieren también presidentes responsables, honorables y con voluntad manifiesta de promover paz, apropiadas relaciones entre países, (aún con diversidad de maneras de pensar e ideologías opuestas), y no la destrucción y muerte de seres humanos.
De seguro ese es el mundo que la inmensa mayoría de las poblaciones, (los millones y millones de ciudadanos de este hermoso planeta) desean salvar en contraposición a determinados intereses de centros de poder los cuales por prepotencia y desmedidas ambiciones, intentan destruir.
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