El quebranto de la democracia en Chile con el Golpe de Estado de 1973 al entonces presidente Salvador Allende representó un ignominioso acto de barbarie que trajo consigo la muerte de miles de chilenos y del dignatario del país.

La operación militar fue orquestada por un segmento de la Armada chilena en contubernio con el gobierno de los Estados Unidos y dirigido en el interior de Chile por el general del ejército Augusto Pinochet (el cual traicionó al mandatario quebrantando el orden institucional e implantando violencia y terror en esa nación
latinoamericana) sumando a la asonada golpista a otros altos oficiales de las Fuerzas Armadas y Carabineros.

Allende había sido electo en 1970 con un amplio respaldo popular en las urnas, surgía un movimiento popular y progresista que había cohesionado a los sectores de izquierda y logrado el triunfo del gobierno de la Unidad Popular el cual anunciaba un plan de cuarenta medidas de respaldo a las mayorías chilenas, y sustentaba la autodeterminanción del pueblo.

Las disposiciones en defensa de los intereses populares y la soberanía de la nación fueron mal vistas por partidos y grupos de derecha bajo la égida de centros de poder locales, y extranjeros. Se iniciaron intentos de construir el socialismo por la vía no armada, fueron restrablecidas relaciones diplomáticas con Cuba y otros países del campo socialista, acciones que Washington no compartía.

Así mismo se expropiaron tierras a latifundistas con la profundización de la Reforma Agraria y comenzó a
nacionalizarse el cobre como reivindicación histórica. Entre otras medidas también se intervino la Banca Privada lo cual afectó a la oligarquía financiera, y fueron creadas en la economía áreas de propiedad social, entre otras disposiciones.

El rescate de recursos nacionales contrarió a la rancia burguesía, a sus sicarios y a compañías foráneas que
tradicionalmente extraían cuantiosas ganancias, entre ellas estadounidenses. Entonces comenzó de forma abrupta un bloqueo económico de carácter mundial por parte de EE.UU. con el congelamiento de las ventas del cobre en mercados del exterior.

De igual manera fueron intensificándose las campañas mediáticas de medios de comunicación en manos de la derecha y las oligarquías que impusieron el sabotaje y una fuerte estrategia de acaparamiento de productos e insumos para desestabilizar el país, al tiempo que incitaban al golpismo interno con presiones a las Fuerzas Armadas para desarticular al gobierno.

La hostilidad y agresiones contra la democracia y Allende fueron acrecentándose, y en la madrugada del 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas gestan el Golpe de Estado, asesinando a seguidores del Presidente y bombardeando el Palacio de la Moneda donde se encontraba el dignatario con un grupo de compañeros de su escolta y otros camaradas de su gabinete, fieles al mandato popular.

Fue un acto planificado con el inminente fin de derrocar al gobierno de la Unidad Popular y evitar que pudiesen movilizarse las fuerzas porgresistas en apoyo al Presidente el cual murió ese fatídico día, defendiendo con honor la democracia que le asignó el pueblo chileno.

A partir de entonces surgió una dictadura militar encabezada por Pinochet que duró más de 15 años la cual
mantuvo una férrea represión y persecusión constante contra los miembros de la UP, los partidos de izquierda y simpatizantes del gobierno democrático y socialista de Allende, indiscutible líder revolucionario que demostró ser fiel a sus principios hasta el final de su vida.

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