La solución a las disputas territoriales, intereses geopolíticos, económicos y de influencia por parte de centros de poder, no puede continuar siendo las guerras de exterminio que privan de la vida a seres humanos, ocasionan destrucción de infraestructuras civiles, y vulneran otroras civilizaciones.

Expertos e investigadores internacionales vienen alertando sobre las catastróficas consecuencias que puede traer consigo la incrementada carrera armamentista ante la irresponsabilidad y sed de poder de aquellos que azuzan los conflictos (alejados de sus fronteras) por intereses geopolíticos y económicos. Ello podría desencadenar una tercera Guerra Mundial que en esta era contemporánea con los avances tecnológicos y el empleo de la energía nuclear, puede resultar en la desaparición de la humanidad.

En la historia antigua y contemporánea han existido decenas de beligerancias entre naciones, etnias y clases económico-sociales. Generalmente sus causas fueron falacias y absurdos pretextos que conllevaron a intervenciones militares para apropiarse de importantes recursos naturales. Esta inmoral práctica está presente todavía en la actualidad en momentos que la Organización de Naciones Unidas (ONU), aposta al Desarrollo Humano y sostenible de los Estados.

Las disparatadas acciones de mantener formas de colonialismo, neocolonialismo, y estrategias irracionales de neoliberalismo salvaje, aumentan la brecha entre pobres y ricos provocando mayores niveles de desigualdad y desequilibrios socio-económicos que generan ingobernabilidad en algunos casos, y en otros conflictos de gran intensidad.

La actual guerra entre Rusia y Ucrania pudo evitarse, la máxima responsabilidad es de aquellos que silenciaron e hicieron oidos sordos los reclamos de las auto proclamadas repúblicas de mayoría de población ruso parlante, con décadas de historia y cultura vinculada a Rusia.

También tuvo incidencia en la lamentable situación que hoy sufren pueblos de estos países, el quebranto a los Acuerdos de Minsk, y el fomento de una política de agresiones y segregación racial ejercida por facciones ultra reaccionarias y de corte fascista presentes en Kiev, precursores del golpe de Estado y quienes desde antes del año 2014 venían exacerbando el odio contra la mayoría de los ciudadanos de regiones como Donetsk y Luhanstk lo cual conllevó a la Declaración de Independencia de esas repúblicas aprobada en referendos populares.

Los diálogos y el entendimiento entre los países debe prevalecer por encima de las beligerancias que promueven muertes de ancianos, mujeres, niños y poblaciones enteras, además de quebrantar historias y patrimonios nacionales y universales.

La postura del gobierno de Estados Unidos y Europa, con activa participación de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en el suministro y abarrotamiento de armas a Ucrania no contribuye a la paz en la región, ni en el mundo.

El recien anuncio de Washington de enviar bombas racimo a Kiev, tema desaprobado por cientos de naciones por lo que ello representa en el aumento de la escalada del conflicto, resulta un disparate de gran envergadura, por cuanto habrá respuestas de las partes cada vez más violentas y extremas que podrían extender esa guerra a Europa ( que está en el ojo del huracán), y con las modernas técnicas militares también a otras latitudes, con consecuencias catastróficas.

Debe imponerse cordura, racionalidad, pragmatismo, diálogo y acuerdos entre las partes que incluyan relaciones civilizadas, a pesar de las diferencias. No puede privarse a millones de ciudadanos de tener una vida digna, en paz, con derecho a practicar su idioma, cultura, tradición, y autodeterminación como entes sociales.

Es hora de poner freno a la oleada guerrerista que potencia el Complejo Militar Industrial que aspira a cada vez obtener más ganancias en detrimento de la vida humana. Las víctimas son generalmente civiles e hijos de trabajadores o estudiantes, jóvenes que ven truncado su futuro, población en su conjunto.

La movilización de las personas sensatas y de buena voluntad, los activistas medioambientales del planeta deben rechazar todo signo de peligro hacia una conflagración a la que se exponen todas las especies biológicas del mundo, en particular, el hombre.

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