Acceder a la Organización de Estados Americanos (OEA) con el propósito de revisar votaciones en varios departamentos de Ecuador llama la atención a un considerable número de expertos y profesionales de la región latinoamericana y también de Europa los cuales conocen cómo la historia ha refrendado la escasa transparencia del organismo regional, especialmente ahondada desde la asunción a la secretaría general del señor, Luís Almagro.

Solo mayor índice de desconfianza puede adjudicársele a la reunión efectuada por parte de los dos precandidatos presidenciales en disputa por el segundo lugar en elecciones de Ecuador, Guillermo Lasso y Yaku Pérez, con representantes de la desprestigiada institución hemisférica, sin la presencia del precandidato por la Unión a la Esperanza, Andrés Arauz, el cual recibió mayoría de votos en la primera vuelta lo que legítimamente debe ofrecerle mayor protagonismo en las decisiones del Consejo Electoral del país. También internacionalmente es visto como el de mayores posibilidades por observadores durante el reciente escrutinio lo que acrecienta la suspicacia de aquellos que siguen detenidamente el proceso en curso.

Mientras encuestadoras locales y de otras procedencias mantuvieron a Araúz como favorito en todo el proceso, sus contrincantes; el gobierno de Lenín Moreno, (el cual nadie duda llegó al poder por el inmenso apoyo de la Revolución y Alianza País, entonces impulsado por Rafael Correa), los banqueros y la oligarquía nacional con ambiciones clasistas están determinados a erradicar los logros socio-económicos alcanzados durante la administración correista, y están prestos -según indican algunas movidas de sus adversarios- a emplear subterfugios, falacias y continuar con la impúdica manipulación mediática, para evitar la victoria popular de Arauz.

Pero nadie puede ocultar la profunda crisis económica y sanitaria que vive el país, y cómo en estos años el salvaje neoliberalismo y las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), unido a la incapacidad de contención de la pandemia y el servilismo del gobierno de Moreno al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, han acentuada la brecha entre pobres y ricos, a la vez que aumentaron la marcada impopularidad del mandatario.

A pesar de la férrea campaña de desinformación desplegada en contra del binomio formado por la Unión de la Esperanza, sigue siendo hasta el momento la opción preferida por millones de ecuatorianos dentro y fuera de sus fronteras. La inmensa mayoría del pueblo reconoce que el periodo de Lenín Moreno ha sido catastrófico para todos los ciudadanos, independientemente de las formas de pensar, e ideologías practicadas.

Existe confabulación entre poderes fácticos de la derecha local y regional por destruir los avances de gobiernos progresistas, esos que cuentan con proyectos orientados a sacar de la extrema pobreza a millones de latinoamericanos, todavía el continente más desigual del mundo.

También se constata desestabilización en el llamado Grupo de Lima, la asociación más embaucada en términos políticos, sociales y económicos por el exdignatario estadounidense, el magnate Trump, quien indecorosamente los utilizó como punta de lanza contra la República Bolivariana de Venezuela, precisamente contra la nación que más impulsó la integración y colaboración complementaria entre vecinos, solidaridad que precisan las poblaciones del Sur para aliviar los graves problemas que presentan en el actual contexto económico-financiero, y a causa de la letal pandemia de la COVID-19 que tantas muertes y contagios ha provocado.

Ante la opresión y falta de oportunidades, los hombres y mujeres de estas tierras ancestrales despiertan. Hoy puede apreciarse cómo millones de ciudadanos demandan mejores condiciones laborales, de Salud, Educación, Cultura, Seguridad Social y garantías de calidad de vida para sus familias, esa es la realidad que no puede silenciar la OEA, y tampoco sus títeres, a pesar de las prebendas que algunos reciben de sus patrocinadores.

La creación de un “presidente y marioneta virtual”, como el ex diputado venezolano Juan Guaidó, es el ejemplo más fehaciente de la inmoralidad e irracionalidad practicada por años desde Washington con sus ineptos satélites. Quizás todavía intenten algo similar en otras naciones del continente, pero de igual forma esas maquiavélicas estrategias fracasarán; los líderes los escogen los pueblos, no se imponen, ni fabrican.

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