Además de sorprender, resulta preocupante que el magnate presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, haya sido nominado al “Premio Nobel de la Paz”, cuando es evidente su adicción a los bloqueos, a la aplicación de sanciones, y al quebranto de los principios fundacionales de las Naciones Unidas y los derechos humanos de pueblos libres e independientes que forman parte del conglomerado de la ONU.

Por ejemplo, el asedio criminal contra Cuba desde la Casa Blanca se ha recrudecido con el señor Trump de manera irracional y extraterritorial, particularmente en esta etapa donde la campaña electoral para él tiene prioridad por encima de toda lógica, incluso de la pandemia de la COVID-19 que sigue provocando alto número de personas contagiadas y fallecidas en el país del Norte.

Igualmente minimiza la grave situación interna que atraviesan los EE.UU ante la creciente segregación racial que ha exacerbado las diferencias en ese territorio y ha traído como consecuencia la muerte de varios afroamericanos a causa de la violencia y represión policial.

También existe una difícil situación económica y social que el magnate intenta omitir en sus discursos generalmente dedicados a culpar a otros gobiernos como China y a otras instituciones globales como la Organización Mundial de la Salud, OMS, de su incapacidad y morosidad para controlar desde sus inicios, la pandemia.
Desvirtúa los crecientes daños medioambientales que acechan al mundo, y a su nación víctima de incendios desproporcionados, o de otros desastres naturales de consideración a causa de la incidencia de inundaciones, sequías extremas, huracanes, terremotos, etc. Sus intereses económicos prevalecen ante la vulnerabilidad de la Naturaleza cada vez más agredida, de ahí su salida de los Acuerdos de París relacionados con el tema.

Además, Trump está obcecado con crear alianzas contra países que no se someten a sus designios imperiales. En América Latina y el Caribe despliega una peligrosa estrategia de cerco a Venezuela a través de su Secretario de Estado, Mike Pompeo, quien ha efectuado una apresurada gira, (intentando sin pudor alguno y con sus habituales amenazas) por Colombia, Brasil, Perú, Guyana, Surinan y otros estados de la región con el fin de comprometer a esas naciones con su beligerante política anti bolivariana, e intervencionista.

De inaudita puede catalogarse esta nominación. Trump se vanagloria de sus acuerdos de “paz” alcanzados entre Israel, Arabia Saudita y Bahréin. Sin embargo, esos tratados vulneran los anteriormente adoptados por la ONU que demandan el regreso de las tierras Palestinas usurpadas por Tel Aviv a las fronteras de 1967, tampoco obligan a los israelitas a respetar la autodeterminación y creación del estado de Palestina como fue instituido por Naciones Unidas, ni elimina radicalemnte los asentamientos de colonos levantados de manera ilegal.

La maniobra de Washington en el Oriente Medio es la misma que hoy pretende contra Venezuela, la búsqueda de alianzas lóbregas encaminadas a potenciar conflictos entre naciones vecinas y vulnerar la independencia y verdadera paz que anhelan los  pueblos de América y también del mundo árabe. Asimismo la Casa Blanca mantiene efectivos y medios militares en territorio sirio, violando flagrante y  vergonzosamente la soberanía de ese país que es miembro efectivo de la comunidad internacional, y con el único propósito de saquear sus recursos energéticos y apoderarse impúdicamente de riquezas que no les pertenecen.

La administración norteamericana penaliza con igual saña y desprecio por la vida a poblaciones enteras como Irán, luego de haber sido destruido con anterioridad el desarrollo y la estabilidad de Libia e Iraq, con necias invasiones de Washington y lamentable apoyo de algunos aliados de Europa que osan secundar disparates de Estados Unidos.

El actual nominado a “Premio de la Paz” personifica un descrédito para los hombres y mujeres decentes del planeta que consiguen por loables y evidentes acciones, ese lauro. Sin embargo, nadie duda que la Brigada Médica Cubana Henry Reeve que viene salvando vidas desde hace más de una década por todo el mundo, sí merezca ese galardón.

Mientras Trump continúa fuera de sus fronteras instrumentando una política de desestabilización en varias latitudes del orbe, los trabajadores de la Salud de la Mayor de las Antillas acuden voluntaria y solidariamente a los lugares más inhóspitos y necesitados de ayuda ante flagelos que amenazan la supervivencia humana.