No es la primera vez que un joven afroamericano o de minoría étnica es asesinado en las calles estadounidenses por la brutalidad policial.

La comunidad internacional observa estupefacta el alto nivel de discriminación racial y social que se constata en los Estados Unidos de América con el accionar desproporcionado de la policía en varios estados de la Unión.

Las protestas de los últimos días contra el asesinato del joven afroamericano George Floyd muestran que los ciudadanos de ese país están hartos de políticas de segregación que laceran vidas humanas.

Los toques de queda implementados en un gran número de ciudades de esa nación, luego del asesinato de Floyd, dispararon la violencia y más que resolver el problema incrementaron el terror contra los manifestantes.

Mientras esto sucede, miles de ciudadanos norteamericanos fallecen a causa de la COVID-19, y más de un millón están contagiados, muchos de los cuales carecen de los recursos financieros para sustentar ingresos y tratamientos.

El fomento del empleo de armas de fuego, el consumo de drogas, la desesperación ante el desempleo y las pocas posibilidades de sustentar una vivienda, así como el difícil acceso a la salud y la educación de las familias pobres, entre otras, suman desesperación y violencia.

Pero los Estados Unidos siguen fomentando erradas estrategias, y a ello se suma el aislamiento internacional que logra con sus desacertadas disposiciones. Salir de la Organización Mundial de la Salud en medio de una feroz pandemia, continuar el bloqueo criminal a la Mayor de las Antillas y otras naciones, privándolas de adquirir alimentos, medicinas y productos fundamentales ante el incremento de la Covid-19, debe ser denunciado al más alto nivel.