Resulta inadmisible ante la humanidad la actitud arrogante del presidente estadounidense Donald Trump, el cual rebasa los límites de la convivencia armónica entre países y organizaciones internacionales refrendadas por Naciones Unidas. Su práctica de chantaje, ahora contra la OMS, tiene el fin de desviar la atención de su ineficaz respuesta a la COVID-19, y está lacerando las relaciones de Washington con el mundo.

Trump trata de desvirtuar su responsabilidad ante la profunda crisis sanitaria y económica que le viene encima por su inadecuada y tardía gestión para frenar la pandemia, epicentro en esa nación con más de un millón de contagiados y cientos de muertos, que quizás con acciones más eficaces de aislamiento social y preventivas al inicio de las medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud podrían haberse evitado o minimizado, según declaran expertos, científicos, y personalidades locales y foráneas.

Además de insólito es irrespetuoso su comportamiento al anunciar el retiro del financiamiento a la OMS, si esta en 30 días no logra avances importantes para erradicar el letal virus. Antes acusó de incapaz a esa institución por la diseminación del flagelo, y de igual manera arremete contra China, el primer país víctima del mismo, y sin embargo el magnate norteamericano omite lo negligente que ha resultado ser su ejecutivo ante el avance de la COVID-19 en suelo estadounidense, a lo que se añaden sus desatinadas expresiones sobre beber desinfectantes, entre otras barrabasadas que sus asesores no pueden impedir se les escape.

Lo más sensato y honesto sería reconocer sus errores y enfrentar, dignamente, con todos los recursos puestos a la disposición del pueblo, (sin distinción de raza ni origen socio-económico, y sin costo monetario alguno para las familias), lograr salvar vidas y erradicar ese mal que azota al planeta siendo más solidario y menos soberbio.

Para millones de ciudadanos y poblaciones enteras del orbe es incomprensible que todavía en esa nación del Primer Mundo, altamente desarrollada, existan tantas desigualdades, al extremo de contar con un considerable número de personas sin seguro médico, empleo, y dificultades para que sus hijos puedan alcanzar estudios universitarios y garantías de acceso a servicios especializados de Salud, sin requerir para ello endeudamientos durante décadas.

Igualmente resulta inadmisible ante los hombres y mujeres de buena voluntad del universo que la Casa Blanca y algunos miembros del Congreso de EE.UU. dediquen el poco tiempo que disponen a atacar la colaboración médica de la Mayor de las Antillas en más de 55 países. No tienen en cuenta que esa cooperación solidaria, en momentos de epidemias o pandemias, ha contribuido a devolver la vida a seres humanos que podían haber fallecido ante azotes como el cólera, ébola, dengue, coronavirus y otros, algunos endémicos y que precisan de ayuda, sin condicionamientos.

Las amenazas, chantajes, bloqueos, y los despliegues de efectivos y equipos militares por doquier en el planeta como los que excesivamente mantiene Washington en disímiles latitudes, -incluyendo el Caribe y Pacífico-, son muestras de prepotencia, muy fuera de lugar y contexto, por cuanto lo que hoy necesita la comunidad internacional es paz, y contribución global para exterminar la mortal enfermedad, y a la vez ampliar los vínculos económicos y financieros que permitan salir de la crisis que a todos daña.

¿Cómo pueden existir mentes asediadas de odio y resentimiento capaces de organizar acciones terroristas, o intervenciones armadas contra pueblos que ya sufren ignominiosas guerras económicas a las cuales se suma la pandemia mundial actual? 

Lo acontecido recientemente en Venezuela con la llamada “Operación Gedeón” protagonizado por grupos violentos al servicio de mezquinos intereses personales y foráneos, y que incluyó la participación de estadounidenses, dos de ellos prisioneros en el momento en que desembarcaban, así lo confirman.

Cada día aparecen publicadas nuevas pruebas de la planificación del abominable suceso, (orientado a asesinar autoridades legitimas y fomentar caos), y también son anunciadas informaciones recabadas por los mercenarios detenidos y las investigaciones al respecto que suman datos sobre quienes financiaron el acto terrorista, el cual además vulnera el derecho internacional y desacredita con creces, a los gobiernos cómplices.

A decir de testimonios de participantes y comprobaciones presentadas a la opinión pública sobre la referida incursión por costas venezolanas, los patrocinadores parecen proceder de EE.UU y Colombia, brindando apoyo logístico y financiero al grupúsculo de militares desertores con la anuencia y comprometimiento del “autoproclamado e inexistente presidente impuesto por la Casa Blanca, Juan Guaidó”, acusado de corrupción, ineptiud y extremismo hasta por opositores al gobierno bolivariano.

También diputados de la Asamblea Nacional en desacato, de mayoría opositora, consideran al señor Guaidó un vulgar delincuente y ente oportunista por apropiarse ilícitamente de vastos recursos, a la vez que constituye un promotor de violencia e intervención extranjera en su propio país.

La práctica de estos años de administración Trump indica que otro de sus garrafales errores ha sido, (además de apoyar a la desprestigiada oposición venezolana), derrumbar el acercamiento diplomático y de intercambio recíproco científico, y de mutua colaboración en disímiles e importantes frentes iniciado por su antecesor Barack Obama, con Cuba.

El recrudecimiento del bloqueo y el asedio perenne a la Mayor de las Antillas es rechazado por Naciones Unidas, pero también por la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses que están hartos de esa absurda confrontación y aspiran a la flexibilización que permita el comercio, turismo e interactuar pueblo a pueblo, lo cual no admiten los Balart, o Marcos Rubio y compañía, esos que denotan vivir a millones años luz de la realidad de la Isla, la que desconocen, íntegramente, de ahí sus reiterados desaciertos.

No acaban de comprender, a pesar de haber transcurrido 60 años de la Revolución Cubana, que la Mayor de las Antillas es un territorio que decidió ser libre y soberano, y que no acepta imposiciones ni chantajes de nadie, aunque se mantiene abierto a la colaboración y las relaciones de igual a igual con los demás países del mundo que profesan el respeto a la autodeterminación de las naciones.