El hecho que el gobierno de los Estados Unidos haya incorporado a Cuba en su espuria lista de naciones que no contribuyen con la “lucha antiterrorista de la Casa Blanca”, es muy cuestionable por proceder de la administración de Donald Trump la cual quebranta el derecho internacional y la autodeterminación de las naciones de manera sistemática. Ello solo puede catalogarse de acto inmoral e ignominioso.

¿Cómo EE.UU. puede omitir que precisamente es la Mayor de las Antillas el país que más víctimas (alrededor de 3 mil muertos, heridos e incapacitados) atesora por acciones de grupos terroristas procedentes del sur de la Florida?

Así mismo es aún más vergonzoso su actuar al anunciar esa medida tan descabellada, a sabiendas que el terrorismo que tanto daño ha causado a la Isla es fruto de la criminalidad planificada dentro del territorio estadounidense, sin que sus autoridades competentes hayan sido capaces de neutralizarlo, definitivamente.

De lo contrario, no volverían a producirse ataques como el recién efectuado a la sede de la embajada cubana en la capital norteamericana. Tampoco se conocería de implicaciones de esa administración con contratistas y mercenarios que ejecutaron una incursión armada en Venezuela, suceso que aparece en medios internacionales y locales de varios países validados con imágenes, grabaciones, videos y pruebas acumuladas con la captura de decenas de terroristas, confesos.

La Isla no planifica invasiones, acciones subversivas ni bloqueos criminales contra los Estados Unidos, tampoco fomenta el rencor ni la animadversión entre ciudadanos de allá y aquí. Eso solo es posible en mentes enfermas de odio visceral como las que cohabitan entre los grupos violentos y hostiles que cobijan en Norteamérica e influenciados en gran medida por el despotismo y las frases de enemistad que profesan los más cercanos funcionarios de Trump, y especialmente los más comprometidos con el señor Marco Rubio, los Díaz Balart y el clan que contribuye a resguardar sus fortunas, a costa del sudor de los contribuyentes de ese país.

El pueblo cubano ha sido obligado a vivir, (durante más de tres generaciones), agredido y asediado bárbaramente. Además es objeto de una campaña de desinformación y mentiras originadas en el Norte revuelto y brutal que nos desprecia, (como otrora dijese el apóstol José Martí), sin precedentes.

Medios de comunicación occidentales provistos de incoherencia, tergiversación de la verdad y sin transparencia, reproducen noticias falsas sin ética ni profesionalidad alguna. Las absurdas críticas sobre la profunda labor humana que desarrollan brigadas médicas cubanas en otras tierras del mundo es una de las aberraciones más grandes que persona alguna pueda comprender, y a eso se dedican los allegados al Presidente estadounidense; qué rol más ridículo e insensible asumen.

Y en momentos que la pandemia de COVID-19 erosiona sociedades y produce miles de fallecidos en el planeta, incluso con un actual epicentro en los Estados Unidos, resulta más inconcebible que ese gobierno esté atacando la ayuda sanitaria de Cuba, y profiriendo nuevamente estupideces como las de la fraudulenta lista de quienes no ayudan a luchar contra el terrorismo, cuando la comunidad internacional conoce que ese inventario obedece a intereses geopolíticos y económicos, y sobre todo a conveniencia de Washington, el promotor además, de los contratistas que por el orbe promueven actos agresivos y usurpan recursos.

¿Dónde están los terroristas que honorablemente debía derribar el señor Trump?

Debe buscarlos en los que asesinaron a miles de cubanos con artefactos explosivos colocados en círculos infantiles de La Habana como el Le Van Tan, también en hoteles y centros recreativos y económicos, o en aeronaves de Cubana de Aviación como a la que en pleno vuelo le pusieron una bomba e hicieron estallar en aguas de Barbados y cual sus organizadores confesos, los agentes Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, ambos, fueron cobijados hasta su muerte en la Florida, a pesar de la barbarie cometida, asesinar a más de 70 seres humanos, la mayoría adolescentes.

Resultan cada vez más abominables las relaciones exteriores del gabinete Trump. Están ciegos de maldad y carentes de realismo y pragmatismo, no acaban de comprender que quienes los azuzan contra la Mayor de las Antillas son los incapaces y necios de siempre, aquellos que la historia de las últimas décadas refrenda en el diferendo Cuba- EE.UU.

Si conocieran de cerca lo noble, hospitalario y a la vez aguerrido del pueblo cubano, quizás no cometerían tantos y garrafales errores en estrategia política. Nadie puede creer esa última sandez de la oscura lista, por cuanto la Isla solo ofrece médicos que salvan vidas cada día que pasa, mientras Washington solo propone sanciones, bloqueos, guerras, intervenciones militares y además, contratistas beligerantes.

Esperemos que alguna vez la administración norteamericana sea capaz en realidad, de señalar a los verdaderos terroristas. También otros países podrían tener igual iniciativa de hacer sus propias listas.

Por ejemplo, si Cuba lo hiciese tendría en estos 60 años de Revolución una larga relación de terroristas y cómplices, generalmente entrenados por la CIA, lo cual incluye mercenarios pagados por sus agencias camuflageadas para promover violencia, y lo que es peor, algunos de esos entes despreciables, todavía pasean por calles de Miami con la anuencia de la Casa Blanca, esa que aún no ha condenado el vil ataque terrorista a la sede de la embajada cubana.