La humanidad recibe estupefacta la decisión del señor presidente de los Estados Unidos, Donald Trump quien, de manera irreflexiva, prepotente y arrogante, decidió frenar el aporte financiero de su país a la Organización Mundial de la Salud, única entidad capaz de hacer frente, (conjuntamente con la voluntad política de los gobiernos de naciones del orbe), al peligroso COVID-19, letal pandemia que ha cobrado miles de vidas, y cual no vislumbra aún su fin.

Resulta inadmisible que puedan existir personas con altas responsabilidades ante su pueblo, y desde el punto de vista ético comprometido con la comunidad internacional que actúen sin escrúpulo alguno en medio de una pandemia que puede extinguir millones de ciudadanos, no solo en América, sino en todo el mundo.

El momento es de unir esfuerzos, conocimientos científicos y contribuir con ayuda solidaria a minimizar los estragos mortales, hasta lograr desaparecer el virulento contagio que este produce en amplios sectores de la población.

De seguro en el propio territorio estadounidense existen autoridades, gobernadores, profesionales de la Ciencia y la Técnica, así como congresistas, -republicanos o demócratas-, sensatos e inteligentes capaces de rechazar el accionar inapropiado de su mandatario que está demostrando ineptitud ante una latente amenaza para la supervivencia del planeta.

Y Trump, en vez de reforzar las medidas de aislamiento social e higiénico-sanitarias recomendadas por la OMS y también por expertos en epidemiología, ha declarado estar decidido como todo un “emperador”, a emitir disposiciones de reapertura de centros de trabajo, comercios, servicios y otros negocios, (no imprescindibles en contexto de pandemia), para salvaguardar intereses económicos-financieros, por encima de la vida humana.
Sería otro magno error del Presidente norteamericano exponer a sus ciudadanos a mayores niveles de contagio y a que la curva de enfermos y fallecidos siga en crecimiento a niveles ilimitados.

Confiemos en que existan autoridades con cordura en esa administración que puedan hacer valer las demandas del personal sanitario, en vez de seguir exponiendo a los médicos, enfermeras, trabajadores, y conciudadanos en general al colapso de hospitales e incapacidad de atención a los pacientes, los avitualle de mayor número de medios de protección, mascarillas, desinfectantes, camas hospitalarias, test de detección del COVID-19, equipos respiratorios, y demás insumos que precisan.

Es hora de no sustentar exclusiones en los servicios médicos de Salud. Tanto derecho tiene aquel que cuenta con fondos monetarios para costearse las pruebas, tratamientos, e incluso ingresos y cirugías de urgencia, como los hombres y mujeres de menos recursos que suman millones, y que también requieren de ser dignamente atendidos para salvar sus vidas.

El gobierno de EE.UU. en este contexto debe alejar la politiquería y su saturada estrategia de buscar culpables en el exterior, así como pretextos que van contra la lógica y están orientados a agredir y criminalizar a otros pueblos.