El accionar injerencista y la adicción desenfrenada por aplicar sanciones, bloqueos y quebrantos a la autodeterminación de otras naciones que prevalece en el magnate presidente de los Estados Unidos Donald Trump, podrían hacerle acreedor del título de Transgresor de la democracia e independencia de otros países, al querer imponer, en pleno siglo XXI, y con la prepotencia y altanería que le caracteriza, sus designios por encima de las leyes.
Un considerable número de disposiciones emitidas por Trump, vulneran la institucionalidad de otros pueblos e importantes preceptos jurídicos de la Organización de Naciones Unidas, ente rector de la comunidad internacional.
Países en desarrollo como Cuba que aspiran a una mejor distribución de las riquezas entre su población y han decidido construir un modelo económico sostenible el cual fomente el progreso con paz, soberanía y justicia social, resultan víctimas del acoso y las agresiones sistemáticas por parte de Washington.
La actual administración norteamericana quiere revivir la difunta “Doctrina Monroe”, y no cesa en su afán de doblegar a la América Latina y el Caribe a sus intereses hegemónicos lo cual frena el avance de los territorios de la región, al tiempo que promueve gobiernos serviles y oligárquicos capaces de instrumentar medidas neoliberales salvajes que acrecienten la brecha entre ricos y pobres.
Desde el pasado siglo, la Casa Blanca viene considerando a la América Latina y el Caribe, como su traspatio, desconociendo el legado de los próceres y las décadas de lucha y sacrificio por la plena independencia frente al colonialismo y también contra el neocolonialismo e imperio de turno que como tiburón sediento acecha las tierras, desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
Actualmente, el dignatario Trump, apoyado por mercenarios y vendepatria pagados por sus favores como el diputado venezolano Juan Guaidó, encabezan una cruzada inmoral e ilegal contra el noble pueblo de la República Bolivariana de Venezuela y para ello recurren a toda la maquinaria comunicacional de Occidente de forma inescrupulosa y carente de ética y realidad. Desinforman y tergiversan impúdicamente la situación de ese país, el cual resiste la embestida brutal de Washington que intenta asfixiar por hambre y desesperación a millones de seres humanos.
A través del fantoche de Guaidó, ignorado por la inmensa mayoría de los ciudadanos y buena parte de la misma oposición desencantada por su falta de principios morales, honestidad, plegarse a la intervención extranjera, a los atropellos contra su propio pueblo y lograr record de servilismo a los EE.UU. Este usurpador de funciones ha mostrado con diversos shows mediático que no es más que una marioneta de Trump destinada a que el caprichoso magnate en algún momento de meditación decida desechar, por su condición de inservible.
Resultan irracionales y criminales las sanciones y los asedios contra otras naciones. Esa practica de la Casa Blanca contra sus oponentes políticos y económicos afecta a los propios intereses del pueblo estadounidense, a comerciantes, empresarios, industriales, intelectuales, científicos y demás estratos sociales que anhelan viajar libremente a donde les plazca, y tener relaciones armónicas y provechosas con sus vecinos más cercanos.
No saben convivir civilizadamente con países que piensan y construyen sociedades diferentes basadas en su autodeterminación, historia, cultura e identidad.
El bloqueo económico, comercial y financiero contra la Mayor de las Antillas además de cruel es insensato, data de más de 55 años, resulta insólito y aísla a Norteamérica en el ámbito internacional por cuanto la Isla ofrece oportunidades de negocios mutuamente ventajosos para quienes deseen, soberanamente, contribuir con inversiones al desarrollo sustentable del territorio caribeño.
¿A cuántas más naciones el emperador Trump, de manera unilateral, intenta castigar y chantajear? Esa es la pregunta que se hacen los hombres dignos y de buena voluntad del mundo que no pueden comprender cómo pueden existir seres humanos, independientemente de sus orígenes sociales y creencias, actuar de forma tan vil al extremo de poner en riesgo la vida de millones de niños, mujeres, ancianos y enfermos que precisan para sobrevivir, de alimentos, medicinas e insumos varios.