La paz en Bolivia sigue amenazada con la actitud desvergonzada de la administración golpista y sus patrocinadores dentro, y fuera de ese ancestral territorio.
Luego de la conspiración contra el legítimo presidente Evo Morales Ayma el cual llevó a esa nación a indicadores económicos y sociales respetables y reconocidos por los organismos regionales e internacionales, la militarización que puede constatarse en calles y localidades bolivianas solo puede compararse con la época del accionar de las hordas fascistas en el sur del continente latinoamericano.
Se exacerban hechos que rememoran los viles sucesos de la Operación Cóndor, esa que enlutó a miles de ciudadanos y familias de la región representando ante la historia de la humanidad, una de las barbaries más aborrecibles del pasado siglo que dejó profundas huellas en el corazón de América.
Resulta absurdo que un dignatario que obtuvo mayoría de votos en las últimas elecciones como Evo, haya sido obligado a renunciar para evitar una masacre por parte de lo más ultra reaccionario y de corte fascista que asumió de manera ilegal y sin el quórum establecido en el Parlamento, un gobierno de facto el cual además de racista está decidido a quebrantar los indiscutibles logros que ubicaron a esa nación a la cabeza del desarrollo en esta zona geográfica.
Sin embargo, a pesar de la sensibilidad humana de Morales opuesto a la violencia e injusticia, los efectivos del ejército y policías serviles a los intereses de los hoy gobernantes golpistas en contubernio con los patrocinadores del complot impusieron el extremismo y terrorismo de Estado que ya ha causado decenas de muertos, heridos y actos de abuso y segregación racial, detestables en esta era de civilización.
Los ejemplos de despotismo y chantajes contra indígenas y militantes del Movimiento al Socialismo siguen recorriendo el mundo a través de imágenes, testimonios, redes sociales y múltiples denuncias en medios de comunicación.
Una de las formas tradicionales del fascismo se aplica actualmente en ese territorio. La exorbitante militarización impuesta tiene el fin de intimidar a los movimientos populares que poseen el derecho legítimo de conmemorar pacíficamente el aniversario de la proclamación de la República Plurinacional de Bolivia, acontecimiento histórico que potenció la democracia, igualdad y justicia para todos los ciudadanos, independientemente de su origen étnico, y social.
Aquellos que por ambiciones apostan al resurgimiento de la discriminación y el golpismo en estas latitudes están fomentando, peligrosamente, importantes estallidos revolucionarios frente a las violaciones de derechos humanos y el secuestro de la democracia por parte de una ilícita administración que desvergonzadamente ignora los postulados de la Constitución y se atribuye por la fuerza el gobierno del país sin haber sido elegido por los millones de pobladores que cohabitan esa noble tierra.
Los bolivianos deben elegir el proyecto de vida que estimen conveniente para el bienestar de sus compatriotas y erigir el modelo pertinente para delinear el futuro de la Patria. Ni golpistas, traidores e injerencias foráneas pueden frenar el rumbo de la historia.