Hace apenas unos días culminó en La Habana la XVII Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos, organización que agrupa a varias naciones latinoamericanas y caribeñas y tiene el noble propósito de contribuir a la unidad e integración entre sus miembros, con el fin de ofrecer posibilidades de colaboración y desarrollo complementario.
Este mecanismo creado hace 15 años por los líderes de la Revolución Cubana y Bolivariana, Fidel Castro y Hugo Chávez, respectivamente, ha demostrado la valía de esa idea y ha permitido ayudar a millones para salvar su visión a través de la Operación Milagro, además de favorecer a las economías de países de la región con los acuerdos de Petrocaribe e intercambios comerciales por medio del Banco del ALBA, con facilidades de pago para las partes involucradas.
A pesar de la criminal campaña de desestabilización emprendida por la derecha continental con patrocinio de Washington y su servil OEA para desarticular al ALBA-TCP, esta continúa siendo una forma viable y justa para minimizar las desigualdades y contribuir al progreso sostenido de los pueblos, con respeto a la autodeterminación e independencia nacional.
Gobiernos de derecha que se han plegado a la Casa Blanca e imponen el neoliberalismo salvaje en sus territorios son, precisamente, los más acérrimos críticos de este mecanismo de integración, pero también son quienes hoy están atravesando profundas crisis en sus estructuras socio-económicas al fomentar las inequidades y apuntalar más a los oligarcas, empobreciendo cada vez más a la inmensa mayoría de la población.
Esas estrategias capitalistas de recortes presupuestarios para inversiones sociales y en servicios públicos que debían estar encaminados al avance de la educación, salud, cultura, vivienda, deportes, empleo, seguridad social, y otros, son sin dudas la causa esencial de las movilizaciones populares que vienen creciendo de manera vertiginosa en Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, y también alcanzan fuerte oposición en Bolivia, luego del golpe de Estado realizado al presidente Evo Morales, vencedor en las pasadas elecciones que fueron anuladas por los ultra reaccionarios adueñados del gobierno, antidemocráticamente.
El zarpazo fascista contra Evo, aconteció impúdicamente con el beneplácito de la OEA que tuvo un rol preponderante en el estímulo y apoyo a los golpistas que han sembrado odio y violencia en ese país, el cual había conquistado resultados económicos integrales significativos, mejorando la vida de millones de bolivianos, por siglos olvidados.
Tampoco fueron casuales los intentos de dislocar el proceso electoral en Dominica y cual tratan repetir y diseminar en Surinam. Ello responde a una política imperial orquestada desde los Estados Unidos y promovida por el desprestigiado secretario general de la OEA, Luis Almagro, considerado por varios medios y expertos como el mayor perdedor que tuvo el programa de elecciones desarrollado en la isla caribeña de Dominica.
Ninguna nación puede lograr la definitiva paz mientras existan las abismales diferencias sociales impuestas por el egoísmo, la ambición y sed de poder que tienen los centros de derecha en América Latina y el Caribe.
La complementariedad de las economías entre los pueblos, independientemente de las formas de pensar e ideologías de cada uno, es la única vía real de dignificar a los ciudadanos de estas tierras ancestrales y enfrentar las asimetrías que crecen cada vez más en este hemisferio.
El caso de Cuba, por solo mencionar un ejemplo, con record de asedio por parte de EE.UU., es una de las más representativas ineptitudes promovidas por los diabólicos asesores del señor magnate presidente.
Revitalizar al ALBA-TCP y seguir incentivando sus bondades para el progreso de los países miembros fue el objetivo principal del reciente encuentro en La Habana.