Resulta incuestionable que los médicos cubanos y técnicos de la Salud que han contribuido a salvar vidas y prevenir enfermedades en otras tierras del mundo han demostrado un alto grado de altruismo.
Ellos han asistido a millones de pacientes en disímiles latitudes del planeta y diseminado solidaridad y humanismo; son dignos hijos de la Patria de José Martí que los formó como profesionales de bien al servicio de los pueblos.
Solo de aberrante y mal intencionada puede catalogarse la campaña que impulsa el gobierno estadounidense presidido por Donald Trump y secundado por administraciones reaccionarias y de derecha que ostentan hoy el poder en América Latina, contra los galenos que, con profundo amor y dedicación, se han entregado por décadas a la noble misión de proteger y cuidar enfermos donde sea preciso.

A estos hombres y mujeres de las batas blancas solo les convoca, y voluntariamente, el propósito de ser útiles y servir a los más desposeídos.
En momentos que potentes desastres naturales; terremotos, intensas lluvias, huracanes, etc., han azotado países hermanos ha estado la mano solidaria de Cuba. De igual manera ha estado presente ante epidemias devastadoras como el ébola, malaria, cólera y otras que de forma oportunista han dañado grandes poblaciones en esta, y otras regiones.
Nadie puede negar, y así lo reconocen organismos internacionales, el apoyo brindado por la Mayor de las Antillas a otros Estados requeridos de la colaboración, experiencia y cientificidad de expertos de la Salud.
En Brasil, Ecuador, y actualmente en la hermana Bolivia, (esta última víctima del golpismo y la represión criminal y lacerante), se ha decidido por mandato de Washington en contubernio con las autoridades de facto, retirar las prestaciones de los médicos procedentes de la nación caribeña.
Lamentablemente esas disposiciones afectan por lo general a los más pobres que carecen de estos servicios, o no pueden pagarlos. Hay que tener claridad sobra esa maniobra política impulsada por la Casa Blanca, y no olvidar que los doctores, enfermeras y técnicos de la Salud procedentes de la Isla van a los lugares más inhóspitos y apartados de la geografía de esos territorios, precisamente a donde los profesionales locales no muestran interés alguno en acudir.
Esa es la verdad que no podrán ocultar jamás los insidiosos medios de comunicación oligárquicos, ni las perversas intenciones de las autoridades de la Casa Blanca y algunos lacayos que le secundan, tratando de desacreditar algo tan noble y digno como la labor de las brigadas de médicos y paramédicos de Cuba que tanto han aportado a la atención primaria y al sistema sanitario de decenas de países del continente y en otras tierras del mundo.
Los millones de ciudadanos que han sido tratados u operados por cirujanos experimentados de la Mayor de las Antillas agradecen esos servicios y así lo han hecho saber por múltiples vías. La Operación Milagro ha devuelto la visión a millones de seres humanos antes limitados y excluidos por no poseer recursos económicos-financieros para ser sometidos a intervenciones quirúrgicas, esas que en la Isla son para la población, gratuitas.
Los que agreden estos tipos de ayuda como el señor magnate presidente Trump, desconocen el sentido de la solidaridad y la bondad. Su arrogancia no les permite visualizar cuánta grandeza humana envuelve el sentido de la colaboración que ofrecen los cubanos, la cual siempre ha estado orientada a salvar vidas y mejorar las condiciones sanitarias de los pueblos.