Resulta muy evidente la trama de conspiración tejida durante un tiempo contra el gobierno de Evo Morales el cual tanto benefició a las grandes mayorías de su pueblo, inmerso durante centurias en abismales desigualdades étnicas y sociales.

Las Fuerzas Armadas y Policía Nacional de Bolivia no fueron capaces de proteger el orden institucional del país y por el contrario, se plegaron a los golpistas que quebrantaron la paz y los derechos humanos de hombres y mujeres humildes de esa nación.

Los militares ante los hechos de fascismo acontecidos en algunos departamentos y en la ciudad de la Paz fueron inicialmente espectadores. Luego se convertirían en cómplices de la ilegalidad y el absurdo ante su inacción en la cruzada violenta y fascista encabezada por la oposición la cual muy resentida por su derrota en las pasadas elecciones, exacerbó el odio entre bolivianos.

Dirigentes de agrupaciones opositoras como los señores Carlos Mesa y Fernando Camacho son artífices y responsables principales de las operaciones violatorias de la Constitución de esa República y de las consecuencias que sus actos ignominiosos han acarreado.

Evo Morales elevó la dignidad y el respeto por ese país como nunca antes. Sacó de la miseria extrema a millones de compatriotas y estabilizó e hizo crecer la economía con una mejor y más justa distribución de los recursos y riquezas nacionales.

Mientras Evo convocaba al diálogo y la paz, los ultraderechistas ansiosos de hacerse con el gobierno promovían la desestabilización y reiteradas falacias contra la gestión de una administración que tiene el reconocimiento de entidades regionales e internacionales por los avances conquistados en los 13 años de dirección del Movimiento Al Socialismo.

A pesar de las mentiras y la manipulación política habitual de los medios de comunicación al servicio de los centros de poder oligárquicos y de las oscuras intenciones de la Organización de Estados Americanos, (convocada por el propio dignatario boliviano para auditar las elecciones), la verdad de lo acontecido estos días en Bolivia tendrá una amplia repercusión.

Y la decisión de Evo de renunciar para aliviar las tensiones y los sistemáticos ataques racistas contra sus hermanos campesinos e indígenas por parte de los opositores golpistas, constituye un gesto de humanismo y grandeza espiritual, no conocida por los fascistas que agreden mujeres y personas inocentes.

El mundo está expectante ante el caos que se impondrá con la vulnerabilidad del hilo constitucional. Los traidores más temprano que tarde pagarán por su cobardía y servilismo a los centros de poder del gran capital.