En los últimos tiempos se han exacerbado las donaciones a las campañas electorales por parte de algunos precandidatos, particularmente en Estados Unidos, lo cual no quiere decir que es la única nación que instrumenta este modus operandi basado en gigantescos aportes financieros que casi siempre están orientados a lograr marcados impactos en la opinión pública e incidir en el resultado definitivo de la contienda.

De acuerdo con los procesos electorales consignados en varios países occidentales, los partidos políticos son los que postulan sus candidatos, y protagonizan una avalancha de promoción y publicidad vinculada en gran medida a la recaudación de dinero por parte de los contrincantes que conciben de esa forma aumentar sus posibilidades de triunfo en la campaña.

A ello se suma como complemento el empleo y dominio, (a veces con saturación), de los medios de comunicación y otros compromisos que contraen candidatos en busca de apoyos decisivos.

Pero también existen territorios en el mundo donde la sabiduría de los pueblos y el valor de las ideas en relación con la justicia social resultan el principal motor impulsor de sus elegidos, contribuyendo ello a alcanzar el voto mayoritario de la población, al identificarse los proyectos de desarrollo socio-económico con las necesidades y demandas básicas de los ciudadanos.  

La historia confirma que aquellos millonarios que por diversas circunstancias han llegado a la presidencia en algunas naciones, -séase por falacias y promesas de campaña electoral- finalmente solo han sido capaz de representar los intereses de su clase, el gran capital y las oligarquías locales. Y con verdulera manera de dirigir lo que han logrado es incrementar las desigualdades, y aumentar la brecha entre pobres y ricos.

Uno de los ejemplos más evidentes y que la humanidad observa hoy atónita es la situación de desestabilización y represión apreciada en Chile, la cual demuestra cómo el actual dignatario Sebastián Piñera respondió más a sus intereses personales y a los de las familias más ricas, en detrimento de millones de chilenos que todavía viven en condiciones muy precarias.

Si se analiza la composición del gobierno de EE.UU. presidido por Donald Trump, puede comprenderse por qué en la desarrollada Norteamérica buena parte de los afronorteamericanos, hispanos, asiáticos y otras minorías son marginadas, segregadas u obligadas a vivir sin garantías políticas, económicas y sociales. También sorprende el alto costo de los servicios médicos y de los estudios universitarios, imposible de ser sufragados por millones de personas y otras se ven precisadas de vivir endeudadas, de por vida.

La esencia real es que el gabinete del millonario Trump desoye los reclamos de los ciudadanos de menos ingresos, igualmente de los desempleados, también de otros millones que carecen de viviendas, u oportunidades de empleo digno y seguro médico. Esa es la sociedad que fomenta a los que privilegian la banca y a los centros de poder financieros por encima de los trabajadores, campesinos, amas de casa, estudiantes, y población en general.

Los millonarios piensan como viven y olvidan a quienes tienen que batallar muy duro, año tras año, para poder sobrevivir y ubicar cada día el pan en la mesa para sus familias.