La ultraderecha boliviana con injerencia de tradicionales actores foráneos intenta revertir el triunfo del presidente Evo Morales en las pasadas elecciones, y en primera vuelta. El señor Carlos Mesa, precandidato derrotado en Bolivia, insiste en crear el caos y la desestabilización en el país que más ha crecido sostenidamente en Latinoamérica en los últimos años. Vergonzoso el rol de este y otros acólitos personajes de la oligarquía de esa nación que organizan un golpe de Estado contra la democracia e institucionalización y particularmente contra el desarrollo inclusivo logrado durante el gobierno de Evo que ha legislado para las mayorías de ciudadanos de esa República, como nuca antes.
No aceptan que una vez más haya vencido la política de justicia social y avance económico-social impulsada por el MAS, a pesar de las campañas tergiversadoras y engañosas de la oposición que, acompañada de medios de comunicación parcializados y carentes de transparencia informativa y argumentos sólidos, le hacen el juego a los ricos y el gran capital que durante centurias mantuvo en la extrema pobreza a esa población.
¿Por qué Mesa y sus secuaces le temen a una auditoria oficial e indagatoria de las elecciones? Quizás sea porque estos opositores han cometido fraudes garrafales y tratan de ocultarlos con llamados a la violencia y destrucción de centros electorales, sin dudas esa es la imagen que proyecta esa negativa a revisión del proceso.
Los Golpes de Estado no pueden repetirse en este continente. Mucha sangre, dolor y odio sembraron las otrora dictaduras del pasado, y lamentablemente existen todavía quienes por intereses o ambiciones personales son capaces de vender la Patria al diablo, esgrimiendo para ello falacias y empleo de mercenarios bien remunerados de oscura procedencia que promueven la insidia para lograr sus mezquinos propósitos.
La Organización de Estados Americanos, OEA, “que dice apostar a la democracia y a la paz” y se vanagloria de defender la institucionalidad debería frenar la avalancha golpista e inmoral del señor Mesa y sus sicarios con sed de poder, a toda costa, y con manifiesto espaldarazo a la voluntad mayoritaria de la población de ese país.
Pero América despierta. Y la verdad y el honor de los hombres dignos de las tierras ancestrales continuarán abriéndose paso ante la ignominia y los reales enemigos de la vida, y de los pueblos.
Bolivia merece la paz y el futuro luminoso trazado por el gobierno de Evo Morales el cual ha demostrado que un mundo mejor y más justo, es posible.