La doble moral y degradación progresiva de la Organización de Estados Americanos (OEA) resulta muy evidente en el tratamiento ignominioso que esta brinda a las naciones de la región con gobiernos progresistas y socialistas.
Ignoran las movilizaciones sociales e indígenas que han copado la capital de Ecuador, Quito, debido a la promulgación del presidente Lenín Moreno de un “paquetazo de medidas neoliberales” que sigue conmoviendo a todo ese pueblo y también a la opinión pública mundial que observa estupefacta la respuesta irracional de las autoridades de ese gobierno que, por cierto, ha emigrado a Guayaquil.
Las disposiciones de la administración ecuatoriana contradicen las promesas de campaña electoral del actual dignatario Moreno y niegan los principios elementales de la Revolución Ciudadana que le llevó al poder con el indiscutible apoyo del ex mandatario Rafael Correa, a quien hoy trata de atribuirle sus desaciertos.
El neoliberalismo salvaje que intenta imponer Moreno a su población representa para los ciudadanos una disminución significativa de sus ingresos financieros por cuanto elimina históricos subsidios a los combustibles y daña con creces la canasta básica alimenticia y las prestaciones requeridas por las familias ecuatorianas.
Así mismo el Perú vive momentos complejos entre el poder legislativo y ejecutivo, y han sido denunciados públicamente altos grados de corrupción, a lo que se suman las marchas populares que han pedido el fin de las políticas deshonestas y putrefactas que han prevalecido en varias autoridades de gobierno, pero la OEA tiene vendas que potencian su ceguera.
Y qué decir de la Colombia de Iván Duque o de Álvaro Uribe (este último con procesos de indagatorias por parte de la Corte Suprema, además de ser denunciado por diputados y medios de comunicación por ser precursor del paramilitarismo y la violencia interna que sigue lacerando la vida de cientos de colombianos; líderes sociales, campesinos, ex miembros de las FAR-EP, y otros seres humanos. Igualmente, Duque y Uribe han obstaculizado los “Acuerdos de Paz” y también la convivencia armónica con el vecino pueblo de Venezuela promoviendo los llamados “falsos positivos” y la guerra en zonas fronterizas.
A la República Bolivariana de Venezuela, con un dignatario legítimo, Nicolás Maduro, (el cual fue elegido en las urnas por el pueblo) lo agrede la OEA de múltiples maneras hasta el punto de aceptar, ilegítimamente, a un diputado en desacato, Juan Guaidó, el cual ha quebrantando impúdicamente la Constitución y la voluntad de la mayoría de los ciudadanos del país, al autoproclamarse “presidente” en una calle pública de Caracas.
Mientras, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luís Almagro, y sus aliados en el triste y nada célebre Grupo de Lima, continúan ciegos y mudos ante las manifestaciones potentes en la Argentina de Macri, con declaraciones de emergencia alimentaria y miles de trabajadores desempleados, encarecimiento de los productos y los servicios de manera insostenible, así como el aumento vertiginoso de los niveles de pobreza y las desigualdades.
Lamentablemente hay otras naciones del continente que han sido víctimas del fomento de acciones violentas por parte de grupos subversivos y entes pagados por las oligarquías locales y oposiciones de ultraderecha para destruir revoluciones auténticas e imponer golpes de Estado y quebrantar la institucionalidad. Ello pudo constatarse en Nicaragua y la República Bolivariana con la agravante muy peligrosa de intentos de magnicidio al presidente Maduro, y sin embargo los sicarios de Washington callaron ante tanta infamia.
En ninguno de estos casos la desprestigiada OEA o la Casa Blanca defendieron los postulados fundacionales de esa Organización ni las Cartas Magnas de las naciones independientes que abogan por el respeto a la autodeterminación, y a la voluntad popular refrendada en las urnas.
Podría ser larga la lista de prácticas de doble moral de Almagro y lo más reaccionario de su institución. Por ejemplo, el caso de Honduras donde se acusó al dignatario Juan Orlando Hernández, primero de fraude electoral y luego de contubernio con el narcotráfico, se intenta silenciar.
¿Seguirá la OEA profundizando en ese mutismo a conveniencia y con intencionalidad? Probablemente, porque está muy comprometida con los intereses de Estados Unidos que sigue considerando a la América Latina y el Caribe, su traspatio.
Solo las políticas inclusivas y el desarrollo con justicia social podrán salvaguardar a la Patria Grande que demanda unidad, colaboración complementaria y paz.