El rechazo a la política internacional de la administración de Donald Trump, generadora de sestabilizacion y violencia, aumenta en el ámbito mundial. Mientras decenas de países reiteran frente a la Organización de Naciones Unidas la necesidad de respetar el multilateralismo, la diversidad de sistemas socio-económicos, así como las tradiciones y culturas de los diferentes pueblos, Washington arremete prepotente contra países que no comparten el modelo neoliberal y desigual que trata de imponer a través de la subversión, el chantaje, y las sanciones.
De igual forma, la Casa Blanca viene quebrantando, sistemáticamente, el derecho internacional y los acuerdos establecidos por la ONU, algunos relacionados con el diferendo Israel-Palestino, (obviando las resoluciones que convocan a la creación de dos estados independientes, y al regreso de Tel Aviv a las fronteras de 1967, cuando invadió tierras palestinas.
A ello se suma la inacción de Trump ante los crecientes cambios climáticos cuya administración desatiende los tratados y convenios orientados a minimizar las consecuencias del cambio climático sobre la vida en la Tierra.
Así mismo, la agresividad y arrogancia característica del actual gobierno norteamericano se evidencia con las descocadas estrategias de bloqueo y persecución económica-financiera aplicadas contra naciones independientes como Cuba, Venezuela, Nicaragua, por solo mencionar algunas en la región latinoamericana, y caribeña y en otras latitudes como Oriente Medio azuza conflictos étnicos e internos, otrora armónicos hasta el inicio de las intervenciones en Iraq, Libia, Siria, Yemen, y el impúdico apoyo dado a Israel por Trump, en su cruzada anti Palestina.
Sus asesores y allegados son proclives a las beligerancias, al empleo deliberado de armas y agravamiento de problemas, lo cual aleja las posibilidades de paz o plática civilizada en varias áreas de conflicto. Valdría solo hacer alusión a los millones de dólares empleados en apuntalar al señor Juan Guaidó, cómplice de golpes de Estado, y también protagonista de acciones violentas y de complicidad con terroristas que desde la frontera vecina, operan contra Venezuela.
Así Estados Unidos cobija a connotados asesinos radicados en Colombia que cuentan con largo historial de operaciones criminales en ese territorio, al existir denuncias y pruebas testificales que han recorrido el mundo las cuales muestran al ilegal Guaidó en múltiples fotos con verdugos de seres humanos, paramilitares conocidos como los rastrojos.
Las torpezas made in USA se reiteran y mientras estos temas, por su gravedad, deberían ser recurrentes en los análisis del Congreso de los Estados Unidos y en el Sistema de Justicia norteamericano, parecen no importar a nadie.
Cuando por los años 2015-2016 se vaticinaba una mejoría en las relaciones Cuba-Washington y la concordia entre ambos pueblos parecía fructificar, -con respeto mutuo y buena voluntad-, llegaron a Washington con el mandatario Trump, un grupo de ultra reaccionarios como Marco Rubio y compañía, (entes fracasados por más de medio siglo en sus manejos genocidas contra La Habana), los cuales durante décadas han engrosado sus bolsillos con el negocio de la contrarrevolución, al recibir las bondades que este lucro les ha brindado.
Estos inescrupulosos señores influenciaron de forma desesperada y airada ante aquellos acuerdos que se habían logrado en la era de gobierno de Barack Obama y cuales en definitiva no solo beneficiaban a los cubanos, (aunque fundamentalmente a los que ostentan negocios privados), sino que además favorecían a los comerciantes estadounidenses y a su pueblo en general, hoy privado del derecho constitucional y legítimo, de viajar a Cuba.
Luego se sumarían más arbitrariedades, aplicar la extraterritorialidad de la Ley Helms-Burton, el Título 3 de esa ignominia, violando la soberanía de otras naciones libres, incluyendo en su quebranto a la independencia de otros estados, a sus aliados en la Unión Europea que no tienen por qué plegarse a los intereses de EE.UU. en detrimento de los de sus nacionales.
Lo mismo acontece con respecto a otros países de América Latina, Asia, África y Medio Oriente. ¿Qué tendrá en su imaginación Donald Trump? Quizás sea que por ser rico, magnate millonario y con influencias en medios financieros internacionales, piense que ha sido designado por el más allá, como “Emperador del mundo”.
Por decencia, dignidad, y civilización en el siglo XXI, la gran mayoría de las naciones del orbe rechazan esa postura de “Sultán” que quiere imponer la Casa Blanca. Los tiempos han cambiado mucho desde la era de las cavernas y las invasiones de los bárbaros, aunque lamentablemente aún pueden constatarse actos de lesa humanidad como las guerras de exterminio y los bloqueos que laceran la vida de millones y millones de personas inocentes.
Y estos crueles asedios contra pueblos enteros son aplicados, generalmente, por quienes dicen defender la “democracia y los derechos humanos”. ¡Qué profunda vergüenza!
El mundo lo que precisa para el desarrollo sostenible y armónico de las fuerzas productivas y el incentivo del comercio internacional es fomentar la paz. Y para ello requiere que los representantes de los estados del planeta sean sensatos y muestren voluntad política de solventar las discrepancias por vía del diálogo, la verdad y razón.