Los pueblos de América, víctimas por más de una centuria de las políticas tradicionales de la Casa Blanca y sus engendros OEA y el TIAR, lo saben: esos mecanismos significan lo mismo; argucias políticas y militares para dominar la región y acomodarla a los intereses de Washingt. Lamentablemente, algunos gobiernos indignos han olvidado la historia de avasallamiento sufriera por sus propios territorios bajo la bota imperial.

Muy conveniente resulta a expertos e investigadores del tema latinoamericano, revisar quiénes invocaron el TIAR en la OEA. En su mayoría,  lacayos, o aquellos chantajeados económica y políticamente por el amo yanqui, y también algunos pobres de alma y amilanados que ceden por migajas, o prebendas del mejor postor.

De lo contrario, por qué esos entes patrocinados por Norteamérica no actuaron decididamente ante los golpes de Estado e invasiones norteamericanas que tantas muertes y desgracias a familias inocentes han causado. Hoy algunos representantes de otros países se plegaron a invocar, vergonzosamente, maquinarias asesinas y beligerantes contra hermanos de la región que promueven paz y colaboración complementaria entre las naciones. Mañana podría ser contra ellos mismos, y resultar muy tarde.

Irracional e ignominioso resulta que la Casa Blanca, a través de su lacayo más servil; el secretario general de la Organización de Estados Americanos Luís Almagro, incite contra la República Bolivariana de Venezuela al obsoleto Tratado Interamericano de Defensa (el cual no actuó en apoyo a la Argentina durante la guerra de las Malvinas, a pesar de ser una contienda en esta área del planeta, y frente a una potencia foránea, Inglaterra, como tampoco reaccionó ante las dictaduras militares que asesinaron miles de hijos de la Patria Grande.

Entonces, la comunidad internacional aglutinada en las Naciones Unidas debía preguntarse: ¿con qué moral y pretexto invoca Washington a través de la OEA y satélites del hemisferio a una cruzada contra Venezuela que puede fomentar inimaginables ebulliciones violentas en una región que fue de manera unánime declarado Zona de Paz por todos los gobiernos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, en La Habana, hace apenas unos cinco años?

La irresponsabilidad, arrogancia y desatino de la actual administración de EE.UU. preside por Donald Trump puede arrastrar a millones de ciudadanos, incluyendo a los estadounidenses, a una beligerancia absurda, ilógica y profundamente destructiva que no beneficiará a ninguna de las partes. Solo generará caos, ingobernabilidad, destrucción y muertes, en una era de armas sofisticadas y de largo alcance.

Penosamente, el gobierno de Colombia que bien pudo y debe, dedicarse a consolidar la paz en su territorio, (algo que no ha logrado ninguno de sus dignatarios), al parecer está orientado y comprometido a subvertir el orden en la vecina República, cobijando opositores violentos, y narco paramilitares reconocidos como los que han sido apresados en misiones anti-terroristas y presentadas pruebas recientes, ante los medios de comunicación del mundo.

Los testimonios de sicarios de Guaidó y también las filmaciones expuestas ante la comunidad internacional   muestran, claramente, el contubernio del diputado venezolano en desacato Juan Guaidó, el cual además de inepto y vendepatria a demostrado ser cómplice de terroristas y asesinos a sueldo, posando en varias fotos y filmaciones con esbirros, algunos de los cuales son objeto de seguimiento por la Interpol y sistemas judiciales, por historial de crímenes de lesa humanidad.

Podría responder la “democrática OEA”; ¿que ha hecho para acabar con los sistemáticos asesinatos de líderes indígenas, sociales, campesinos, excombatientes de las FAR-EP, paramilitares y narcotraficantes que operan en Colombia, los cuales crecen vertiginosamente, y no se avizora solución inmediata?

Absolutamente nada, solo retórica vacía por cuanto el gobierno de Iván Duque ha demostrado incapacidad total para conseguir la paz en su propia tierra. Y para falsear su grave situación interna ( la cual no puede silenciar), desvía la atención de manera irresponsable a destruir el proceso revolucionario del vecino venezolano, precisamente el que más apoyó y contribuyó a los Acuerdos de Paz durante la administración de Juan Manuel Santos.

La paz y el desarrollo sostenible debe prevalecer ante la infamia de los que apostan a las guerras de exterminio en masas.