Palacio de la Moneda bajo el asedio golpista Foto: www.periodico26.cu

Hay lecciones que la historia lega a los pueblos que jamás podrán olvidarse. Y el golpe de Estado al extinto presidente de Chile, Salvador Allende, constituyó uno de esos abominables y criminales hechos que no deben repetirse en países soberanos e independientes.

El 11 de septiembre de 1973 se cometió uno de los sucesos más repudiados por la comunidad mundial al imponerse una de las dictaduras más horrendas que el continente ha vivido, la protagonizada por Augusto Pinochet, traidor a la Patria y a los principios de la Constitución y el derecho internacional refrendado por las Naciones Unidas.

La Unidad Popular había llevado al Palacio de la Moneda al entonces dignatario Allende quien representaba las esperanzas de millones de chilenos que por décadas habían sufrido el olvido y la injusticia de administraciones anteriores.

Sin embargo, la oligarquía local en contubernio con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y militares renegados al servicio de intereses foráneos comenzaron una estrategia de desestabilización y fragmentación de las fuerzas revolucionarias hasta consumar pérfidamente el vil ataque a la Moneda, asesinando al mandatario legítimo del país el cual estaba dispuesto a cumplir el mandato del pueblo, o morir defendiéndolo.

Resultó tan grave el suceso que no pudo ser silenciado por los medios de comunicaciones occidentales y de otras latitudes, a pesar de la complicidad de Washington y algunos de sus lacayos.

Y como era de esperar ante el descrédito de la Organización de Estados Americanos, OEA, esta no cumplió entonces el rol que le correspondía ante tanta ignominia. Su amo, la Casa Blanca, estaba detrás y delante del complot.

Todavía persisten huellas imborrables de esos años de dictadura en Chile por cuanto las pasadas y nuevas generaciones de esa República y de Latinoamérica (víctima también de cruentos regímenes militares sanguinarios), no están dispuestas a olvidar las lecciones que la historia con la sangre de miles de jóvenes y ciudadanos dignos y patriotas de la región, escribió. Pero más temprano que tarde volverán a abrirse para los más desposeídos de esa noble tierra, nuevas alamedas.