La historia contemporánea está colmada de agresiones, invasiones, bloqueos y políticas subversivas instrumentadas por gobiernos de los Estados Unidos contra naciones soberanas del mundo.
Los ingenuos o cómplices de la barbarie que consideran a ese país “paladín de la democracia y los derechos humanos”, deberían reflexionar, pues decenas de pueblos han sufrido la intervención militar y los cercos criminales procedentes de Washington.
Pero también pueden constatarse los millones de ciudadanos estadounidenses que sufren por las calles el olvido de sus autoridades, al carecer de empleo, seguro médico, vivienda y sustento de alimentación.
Toda embestida imperial resulta una ofensa a la humanidad que lucha por construir un universo de paz y cooperación internacional, donde no tienen espacio el odio ni las acciones violentas.
La Casa Blanca podría responder; ¿Cuán peligroso era Panamá, Granada, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, Cuba, y otros del continente donde sus pobladores conocieron en carne propia las embestidas criminales de brigadas mercenarias, entes violentos, así como de marines y efectivos militares estadounidenses o asalariados contratados por sus administraciones?
Posiblemente alguno de sus voceros diría, sin escrúpulos, que resulta habitual ver sus tropas desembarcar o bombardear otras tierras “en nombre de la libertad y los derechos humanos”. Sardónicas e hipócritas frases que justifican miles de muertos e incapacitados, y no solo en la Mayor de las Antillas, (víctima de una de las crueldades made in USA más grandes del siglo XX y XXI), sino también en otras latitudes.
Las naciones avasalladas o intervenidas militarmente como Iraq, Libia, Siria, Corea, o Afganistán, Vietnam y Japón en Asia jamás olvidarán los desmanes sufridos.
Expertos, investigadores, gobiernos y pueblos del orbe están conscientes de que las acciones belicosas de Washington solo han acarreado mayores niveles de inseguridad, ingobernabilidad, caos migratorio, avalancha de ciudadanos huyendo de las guerras, destrucción y muertes.
Las lecciones de la historia deben ser tenidas en cuenta y no ser obviadas, ni tampoco reiterados los errores del pasado. Y ello se aplica también a la política actual de ignominias planificadas contra la República Bolivariana de Venezuela por parte de Norteamérica y algunos sirvientes de este en la Organización de Estados Americanos y Grupo de Lima.
El asedio cruel contra la población venezolana resulta un genocidio, y debe cesar por cuanto quebranta principios del derecho internacional, y es inhumano.
Simón Bolívar y José Martí junto a otros próceres de la región pusieron al servicio de estas tierras de Nuestra América su inteligencia, bravura y patriotismo ilimitado por alcanzar el anhelo más preciado de los pueblos; la independencia, y con ella la integración del continente.
Solo el pensamiento renovador, revolucionario, y dentro de la diversidad de sistemas políticos, económicos y sociales existentes desde el Río Bravo hasta la Patagonia, podrá ser capaz de cimentar la unidad y colaboración complementaria que permitirá alcanzar la sostenibilidad del desarrollo al cual aspiran los latinoamericanos.