La política del gobierno de los Estados Unidos con respecto a la tenencia de armas resulta absurda e irracional.
Y sin dudas, la no prohibición de la venta de estos tipos de artefactos letales, concebidos para matar, en manos de la población ha contribuido al incremento de acciones de violencia en ese país y, lamentablemente, no se avizora solución urgente e inmediata que pueda poner freno a esa grave problemática.
Alrededor de cien hechos violentos acontecen cada día en Norteamérica, y en ello casi siempre aparecen como protagonistas individuos que poseen armamentos adquiridos en establecimientos comerciales de esa nación, los cuales son patrocinados por la Sociedad del Rifle, factor que provoca serias preocupaciones a los ciudadanos residentes y también a quienes lo visitan.
Pocos son los Estados que no sufren esa trágica situación, de la cual no han quedado exentas escuelas, comercios, guarderías, centros culturales, viviendas o áreas residenciales que antes no tenían el grado de criminalidad actual.
A decir de algunos expertos, además de la posesión indiscriminada de armas en los barrios, otro de los elementos que pueden tener incidencia significativa en esa barbarie que representa asesinar a una o más de veinte seres humanos en un momento, es la perturbación mental que ocasiona el consumo de drogas en EE.UU.
Las familias redoblan las medidas de protección de sus hijos ante la oleada de violencia desatada en los últimos tiempos en las calles y centros educacionales. Entrenar a los maestros en el uso de las armas puede convertir a esos profesionales concebidos para instruir y aportar conocimientos culturales o académicos, en una hornada de guardianes que nada tiene que ver con su objeto social.
Así mismo los niños, adolescentes y jóvenes que viven bajo presiones de inseguridad e impregnados de las noticias y preocupaciones, trasmitidas por medios de comunicación y familiares, que a manera de alerta y precaución informan a los menores sobre el desenlace de sucesos de sangre, pueden llegar a padecer de daños en su sistema emocional y físico.
Si la Casa Blanca y el Congreso de los Estados Unidos de América tienen real voluntad de erradicar los altos indicadores de violencia en el país tendrán que comenzar limitando de manera fehaciente la venta de armas y aumentando el control sobre quienes las portan.
De lo contrario, será muy difícil parar esa oleada de crímenes que se ha desatado en los últimos tiempos y que afecta considerablemente, primero la vida de las personas y luego la imagen de esa nación que se considera “paladín de los derechos humanos y la democracia”, mientras en sus calles mueren sus ciudadanos por actos de lesa humanidad que pueden ser evitados.
Las disposiciones ejecutivas del presidente Donald Trump deberían ser más utilizadas para acabar definitivamente con los crímenes violentos causados por el uso de armas de fuego en su territorio, en vez de dirigirlas a otros países soberanos e independientes, imponiéndoles, unilateralmente, y sin autoridad legal alguna, sanciones, bloqueos y campañas subversivas basadas en falacias y barrabasadas como ocurre con Cuba y también contra otras naciones de Latinoamérica y el mundo.
Washington debe sanear su casa y no arremeter contra quienes jamás han agredido ni asediado a su pueblo. Esa es la verdad que la comunidad internacional expectante cada día constata. De ahí el contundente rechazo en la Organización de Naciones Unidas a la política abusiva y obtusa que significa el bloqueo económico, comercial y financiero contra la Mayor de las Antillas.