La Organización de Estados Americanos que preside el alumno obediente de la Casa Blanca, el señor Luís Almagro, padece de ceguera política y mantiene una actitud vergonzosa ante los graves problemas que padecen millones de seres humanos en la región, y no precisamente en Venezuela, tema obcecado del secretario de la OEA, y sus satélites.

Si Almagro tuviese una posición imparcial como corresponde al cargo que ocupa, ya hubiese condenado la ignominiosa estrategia que desarrolla la administración de Donald Trump con respecto a los niños, mujeres y familias que intentan llegar al territorio estadounidense. El trato dado a niños, mujeres y familias enteras es inhumano, desconociendo la grave situación socio-económica y de violencia que viven esas poblaciones en sus naciones.

La llamada “tierra prometida o de oportunidades” que sistemáticamente promueve Hollywood con gran parte de los medios de comunicación norteamericanos se desinfla ante la injusticia y las precarias condiciones de vida de millones de ciudadanos en ese país, a pesar de su desarrollo. Insólito resulta que todavía en el Norte existan personas sin seguro médico, atención especializada y posibilidad de estudios para sus hijos. 

No ha cambiado en lo más mínimo la OEA desde los años 60 de la pasada centuria. Es la misma que apoya golpes de Estado, bloqueos criminales por parte de EE.UU. contra Cuba y otros países independientes, enmudece ante invasiones y dictaduras militares, quebranta el derecho a la autodeterminación y soberanía, se ubica al lado de mercenarios y terroristas que planifican y ejecutan planes de magnicidios y desestabilizadores orientados a subvertir el orden institucional y la Constitución de los países como acontece con la República Bolivariana de Venezuela, aceptando y apuntalando de manera ilegal a un golpista autoproclamado “presidente interino” como Juan Guaidó,( no elegido en las urnas), violando los principios fundacionales que rigen esa institución regional.

Y qué decir del mutismo de Almagro ante los cientos de muertos, líderes sociales y miembros de organizaciones populares, ultimados por escuadrones de la muerte y paramilitares. Solo en Colombia se lamentan más de 700, hombres y mujeres asesinados, (solo a partir de la firma de los Acuerdos de Paz), y al mismo tiempo omite también las persecuciones políticas, las acciones represivas y abismales desigualdades sociales presentes en países de Centroamérica y del Sur, como se han suscitado en Honduras, Guatemala, Argentina y Brasil.

La lista que conforma la colosal ceguera política de la OEA podría ser más larga, está refrendado en la historia de los pueblos, y no pueden soslayarlo. La precaria y crítica situación en Puerto Rico acrecentada desde el paso del huracán María y con el escándalo de corrupción por parte de su gobernador Ricardo Roselló, y la necesidad de proclamación de independencia de ese país del continente, tampoco es de interés de Almagro.

Es hora de desenmascarar a los ignominiosos personajes que han vulnerado su responsabilidad y compromiso con las causas justas, dañando con creces la credibilidad de instituciones de Nuestra América las cuales nada tienen que ver con los anhelos de unidad, integración, solidaridad y colaboración complementaria por la cual lucharon sus libertadores. Bolívar, Martí, Eloy Alfaro, y tantos otros que ofrendaron su sangre por la plena emancipación de América Latina y el Caribe.