El presidente Donald Trump, pasará a la historia como el rostro visible de uno de los representantes del círculo de poder mundial, quien por primera vez ocupa un cargo público para garantizar los intereses de los poderosos en la ofensiva contra la bipolaridad del mundo y evitar que se consolide una alianza de intereses opuestos a Washington, con Rusia y China como nuevos líderes en todas las esferas de la política, la economía, las finanzas y la producción de armas estratégicas capaces de anular la capacidad de respuesta de Estados Unidos, si decidiera lanzar un ataque sorpresivo a cualquiera de estas potencias.

Por otra parte, se desmorona la credibilidad de la economía estadounidense para sostener la guerra de los aranceles a nivel internacional. De ahí la jugada de la reina de Inglaterra, al recibir al señor Trump, para encontrar la salida a los problemas creados por el Brexit, y la reacción de la Unión Europea (UE) siempre más atenta a su cola, mientras el “ojo del gran amigo (Estados Unidos)”, observa la posibilidad de invertir en salvar los dineros de la monarquía británica en las grandes inversiones que desmembraron –desde siglos– a ese país, donde las decisiones más importantes las toma la corona.

Lo cierto es que Donald Trump nunca ganó los votos necesarios para alcanzar la presidencia que pretende continuar por un nuevo mandato e incluso perpetuarse en el poder. Eso lo realizaron los megapolios de las infocomunicaciones cuando, sorpresivamente, hicieron caer los números de millones de votantes y dieron la “sorpresiva” puerta virtual sobre la que avanzó el señor Trump a la Oficina Oval. Solo habría que preguntarle al señor Mark Elliot Zuckerberg, propietario de Facebook, cuánto fue el alcance de su contribución más que en dinero, en algoritmos capaces de establecer patrones similares en las interfaces para lograr la conexión funcional entre dos sistemas, programas, dispositivos o componentes de cualquier tipo, que proporcionaron una comunicación de distintos niveles permitiendo el intercambio de información falsa, hasta dejar boquiabiertos a los votantes aquella fatídica noche de la asunción de Trump al poder en que los números dejaron a todo el mundo bajo la sombra de la incertidumbre.