El Comando Ciberespacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos ha iniciado sus primeras acciones de ataques contra la República Bolivariana de Venezuela. Apoyado en la red de satélites militares concebidos para interferir y destruir sistemas de comunicación y redes de transmisión de datos desde el ciberespacio, resume la tesis de la “bomba cibernética”, lo cual tiene como objetivo dejar inutilizable las infraestructuras para el suministro de energía, agua y alimentos. Estos ataques han provocado pérdidas directas de vidas humanas y daños multimillonarios en la nación bolivariana.
En su artículo: “Volar y Luchar en el Ciberespacio” y publicado en Air & Space Power Journal del 1 de abril de 2009, el general de división (USAF) William T. Lord, argumentaba la tesis del primer golpe ciberespacial. En el 2007, Estonia experimentó un ciberataque sobre los sistemas gubernamental, económico y los medios de comunicación. Aquel ataque fue insidioso, rápido y difícil de rastrear (o sea, no se precisa quién o dónde se originó) con graves afectaciones del servicio a los usuarios de informática por más de tres semanas. En el caso de Venezuela, las autoridades del gobierno han probado la relación directa con bases de “misiles ciberespaciales” en Houston, Estados Unidos. La reciente caída global de Facebook e Instagram demuestran la posibilidad de una “distracción” que prueba el control de estas plataformas sobre millones de personas en el mundo sumergidas en el silencio, mientras se realicen otros ataques.
Lo nuevo y diferente, esa tecnología solo está disponible, precisamente, en las naciones capitalistas que forman parte del círculo imperial de Washington. Es el ejército estadounidense quien ha podido avanzar, como líder, en este campo de la guerra ciberespacial y podrá decidir cuándo y cómo impactar a cualquier nación, excepto China y Rusia, con ataques ciberespaciales, verdaderas bombas diseñadas mediante gusanos de tecnología avanzada para afectar los sistemas de infocomunicaciones. Según declaraba el general T.Lord, “la primera regla de la guerra irrestringida es que no hay reglas; nada es prohibido (más claro, nada es prohibido, ni leyes, ni ONU, ni Cartas de Naciones Unidas, ni Consejo de Seguridad de la ONU, nada). Esto nos llevará a lo que hoy son consideradas estructuras orgánicas distribuidas poco convencionales pero que luego se convertirán en el estándar a medida que aseguramos y defendemos nuestras capacidades ciberespaciales, nuestra redes críticas de mando y control (C2), y mantenemos a nuestros enemigos en riesgo para conservar nuestro dominio en el aire y el espacio”.
Vivimos un siglo que avisora la intensidad de feroces guerras locales, ataques mediáticos (incluyen la posibilidad de apagón ciberespacial. Léase Comando Ciberespacial de Estados Unidos), intentos de magnicidios contra líderes caracterizados por su posición hacia el Socialismo, de la creación de nuevas bases militares estadounidenses en cualquier lugar donde existan recursos naturales, acuerdos secretos entre las potencias mundiales, escándalos por espionaje que demuestran lo que todos conocemos.
De esta manera podemos agregar del peligro real que cierne sobre las naciones consideradas enemigas de los Estados Unidos: la importancia que le ofrece el Comando Ciberespacial y el Pentágono al uso de estas plataformas ciberespaciales; la necesidad de controlar y vigilar lo que ocurre en las redes sociales, determinar perfiles (incluso) de grupos y personas.
La guerra en el ciberespacio ha comenzado, desde hace mucho más tiempo que los recientes ataques con misiles (gusanos) ciberespaciales de Houston y Chicago, contra la República Bolivariana de Venezuela.