Nada más refrescante en tardes de calor que un buen batido de mamey, esa fruta que en el centro guarda su única alargada y semilla de color oscuro. La misma que los pregoneros anuncian cuando el verano irrumpe en los termómetros y por momentos parece saciar la sed de un eterno sol.

Foto: Tomada de Redes Sociales

Preciada por muchos por su delicado sabor, es también esta una fruta rica en vitaminas que incide de manera favorable en la salud de quienes la ingieren habitualmente.  Su pulpa, de color rosa oscuro se debe a la presencia  de caroteno, un potente antioxidante, y además, a los altos niveles de hierro y fósforo en ella concentrados.

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Se dice el mamey es oriundo de las regiones de América Central , sobre todo de las zonas de Chiapas, Tabasco y Veracruz, donde el nombre original era tetzontzapotl y se consumían sus hojas en una preparación fermentaba para aliviar los síntomas de indigestiones y rebajar fiebres.

Hoy en día puede encontrársele en muchos países tropicales y su nombre varía de una región a otra: lúcuma, zapote, zapote de carne o mamey, vocablo taíno comúnmente utilizado en Cuba. En la sabiduría popular se recogen variadas aplicaciones de esta fruta; como afrodisíaco y aplicada a productos de belleza.

Es rica en vitaminas B6 y C, en manganeso, fibra dietética, potasio, niacina. Se dice ayuda a la regeneración de la piel, a una visión sana, y el crecimiento de huesos y dientes,  mientras que su alto contenido de sodio actúa como controlador natural de la presión arterial. Así mismo, evita la caída del cabello manteniéndolo fuerte y suave.

Otro uso poco conocido del mamey es su efectividad como insecticida orgánico y es muy bueno evitando sangrados de heridas pues el tanino, sustancia que se extrae de su corteza, es muy efectivo para tales procederes.