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En el planeta Tierra, en un futuro apocalíptico, donde los gérmenes le han ganado la batalla a los seres humanos obligándolos a vivir en ciudades-domo (protegidas por cápsulas), a respirar con fi ltros y vestirse con nanotrajes, está prohibido el desarrollo de ejércitos y cualquier tipo de armas de exterminio masivo. El aire no es seguro, las radiaciones residuales y secundarias han envenenado el planeta. El cáncer es tan común como lo era la gripe hace 200 años, pero todavía más letal. En este contexto se sitúa El olor acre de la libertad de Carlos Duarte Cano (Casa Editora Abril) que, aunque no llega a ser una distopía, se acerca bastante a este subgénero literario muy popular en estos tiempos.

Gyan y Kael –los protagonistas en esta breve e intensa novela–, son científi cos y trabajan para el Instituto Craig Venter, un centro de investigación genético. El mundo ha cambiado a causa de varios factores importantes como la radioactividad en la atmósfera o los índices de mortalidad, y traer a la vida al último unicornio puede convertirse en la tan preciada piedra fi losofal o la destrucción de la especie humana.

La historia usa los elementos distópicos bajo los presupuestos de la novela de ciencia fi cción y fantasía, con una trama perfectamente hilada que no deja nada fuera de lugar. La libertad es sillar fundamental en este libro y parte importante en el confl icto de sus personajes. Si bien se ve venir ese plot twist (giro de trama)– para el fi nal–, abrupto y abierto como si de la primera parte de una saga se tratara, no deja indiferente por la aguda carga de suspenso y magia en este punto. Tan sencilla como profunda, la narración, coloca al lector de principio a fi n a las puertas de un nuevo universo, le hace refl exionar sobre la ética, la tecnología, el futuro de nuestro planeta, y principalmente, sobre la búsqueda de la verdadera libertad.