Un día como este 10 de octubre, pero de 1868, los cubanos enardecidos por siglos de expoliación y colonialismo español lanzaban ante su pueblo y el mundo un significativo clamor de independencia que tuvo como principal escenario el ingenio “La Demajagua”, a pocos kilómetros de la ciudad de Manzanillo, en el oriente de Cuba.

Entonces se produjo el Grito de Yara, y aunque no fue el único a lo largo y ancho del país, este fue protagonizado por uno de los hacendados criollos más respetados de la época; Carlos Manuel de Céspedes, quien llegó a ocupar el cargo de Mayor General del Ejército Libertador y primer Presidente de la República de Cuba en Armas, y considerado por sus heroicas acciones como, Padre de la Patria.

Céspedes aglutinó a los independentistas decididos a sublevarse ante la Corona, liberó a sus esclavos y los convocó a luchar por la libertad, pronunciando entonces el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, comenzando así la primera etapa de la epopeya independentista.

Entre los objetivos principales de esta gesta, denominada también Guerra de los Diez Años por su extensión en el tiempo, estuvo destruir las riquezas de España en la Isla, como forma de socavar sus fuentes de sustento, y continuar ampliando desde el oriente al occidente la beligerancia frente al dominio de la Metrópoli que mantenía a los criollos en condiciones de desigualdad y discriminación en su propia tierra. Era un imperativo de los cubanos, alcanzar la libertad.

También los mambises que engrosaron las filas del Ejército Libertador y pasaron al combate en la manigua redentora, (entre los que se encontraban destacados generales como Máximo Gómez y Antonio Maceo, con gran prestigio en ésta y posteriores contiendas emancipadoras) lo hicieron con la convicción de expulsar a los colonialistas que dominaban las riquezas e intereses económicos de la nación.

En el transcurso de la guerra, Céspedes, con su visión de expandir el movimiento insurgente, trató de llevar la contienda al mar, nombrando oficiales de la marina y otorgando patentes de corso.

Sin embargo, luego de duro bregar y demostraciones de heroísmo en varios territorios frente a los peninsulares, se fomentó entre grupos y líderes insurgentes manifestaciones de caudillismo y regionalismo que dañaron el desenlace de la guerra.

Céspedes fue destituido y murió aislado en San Lorenzo. Esos flagelos unidos a las condiciones climáticas y enfermedades dieron lugar al ignominioso Pacto del Zanjón que mostraba una paz, sin independencia, y cual fue rechazada por Maceo y otros combatientes con la protesta de Baraguá, e hizo germinar las próximas gestas de la Guerra Chiquita y la Guerra Necesaria de 1895.

Las ansias de independencia y anticolonialismo de los cubanos se mantuvieron durante finales del siglo XIX y el XX cuando surgió la entonces “Republica Mediatizada” en 1902 con la intervención de EE.UU. en la contienda para imponer su ansiado dominio en la Isla.

Pero la lucha del movimiento estudiantil, obrero, y la posterior gesta de la Sierra Maestra liderada por Fidel Castro, y el Movimiento 26 de Julio con el Ejército Rebelde en la década de los años 50 dieron al trasto definitivo con la dictadura sangrienta y servil a Washington, de Fulgencio Batista, conquistándose entonces la plena independencia de la Patria que soñaron los mambises de todas las épocas.

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