“Cada 6 de octubre millones de cubanos lloramos a las víctimas... y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”

Fidel

Compartimos el plan de sabotaje original así como el informe pericial… y varias anécdotas.

A la memoria del Coronel Mario Martínez Álvarez "el Guajiro”, jefe de la comisión técnica que investigó el desastre.

El preludio ...

Fue un jueves 10 de junio de 1976. Se dan cita en Bonao, República Dominicana, un grupo de terroristas de origen cubano representativos de organizaciones extremistas asentadas en territorio de los Estados Unidos. Todos los altos mandos de los paramilitares en Miami estaban allí. Los archiconocidos Posada Carriles, Gaspar Jiménez y Orlando Bosch no podían faltar.

El propósito: coordinar las acciones futuras contra representaciones cubanas, su personal e intereses de países que a pesar de las presiones mantenían relaciones con nuestro gobierno cubano, como Colombia, México y Panamá.

Dos reuniones se producen, una constitutiva de la llamada Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, CORU, alianza terrorista con Orlando Bosch como jefe. Y otra al siguiente día, para planificar más de 20 actos de terror de inmediata ejecución. Todos los presentes firmaron, excepto los miembros del grupo fascista Movimiento Nacionalista Cubano, MNC, quienes alegaron que tenían en curso una acción ordenada por la Dirección de Inteligencia Chilena, la DINA, que no era otra, como se conoció después, que el asesinato del ex embajador chileno en Washington, Orlando Letelier, ejecutada el 21 de septiembre de 1976.

El plan original …

En los planes originales para esta operación de sabotaje siempre se contempló el colocar dos bombas.
El primer intento de sabotaje se llevaría a cabo el día lunes 21 de junio de 1976, en el vuelo 467 de Cubana, que cubría la ruta Panamá - Habana, y el que estaba programado para salir de Panamá a las 11:15 a.m. hora local. Pero la bomba no explota por desperfecto en su detonador.

Un segundo intento, esta vez el lugar sería Jamaica. Logran su propósito a medias. Viernes, 9 de julio de 1976. La terminal aérea internacional Norman Manley es sacudida por la explosión de una bomba enmascarada en el equipaje de los pasajeros que debían tomar el vuelo CU-455 de Cubana de Aviación con destino a La Habana.

Solo un retraso imprevisto en el arribo del avión procedente de Barbados, evitó que la detonación se produjera tras el despegue de la aeronave en el trayecto hacia nuestra capital y la bomba estalla antes que la maleta fuera puesta en la aeronave. El estallido de aquel artefacto sería el preludio de una tercera vez en Barbados. El horrendo crimen que tendría lugar un día miércoles 6 de octubre de ese propio año.

Los hechos ...

Aquel día, el vuelo parte de Bridgetown y sobre las 11:03 a.m. arribó a Puerto España, donde los terroristas aguardaban su presa con sendas cargas del explosivo C-4 camufladas en un tubo de pasta dental y en una cámara fotográfica. Alrededor de una hora después, el avión despegó con rumbo a Barbados. Hernán Ricardo viajaba con un pasaporte falso a nombre de José Vázquez García y Freddy Lugo lo hacía con el suyo.

Ambos se ubicaron en la sección central de la cabina de pasajeros, donde colocaron una de las cargas y la otra en el baño trasero. Al llegar a Bridgetown se hospedaron en un hotel desde donde llamaron a Caracas para informar a Posada y a Bosch los resultados de la operación.

El avión DC-8 de Cubana de aviación con matrícula CUT-1201 despega hacia La Habana. No había alcanzado los 18 mil pies de altura cuando en la torre de control se recibe una escalofriante llamado de auxilio del capitán Wilfredo Pérez a las 13:24 hora local: "Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente. Tenemos fuego a bordo”.

El piloto hacía lo imposible para mantener en el aire al DC-8 a pesar del boquete abierto en su fuselaje por la detonación. Su propósito era retornar cuanto antes al lugar de donde había partido, hacía unos 10 minutos, con otros 56 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos. Las autoridades aeroportuarias autorizaron el aterrizaje y pusieron en marcha los mecanismos de emergencia para situaciones de esa naturaleza. La distancia entre la nave y la pista se acortaba cuando a las 13:25 se produjo otro estallido y el llamado desesperado del copiloto a su jefe, a quien advertía: "eso es peor, pégate al agua Felo, pégate al agua”. Ambas grabaciones, no importa el tiempo que transcurra, no dejan a nadie indiferente y nos pone los pelos de punta cada vez que se escuchan.

A partir de ese momento todo esfuerzo fue inútil y el CUT-1201, fuera de control, empinó bruscamente su nariz como si se negara a aceptar lo inevitable antes de penetrar en las profundidades del mar, truncando la vida de 73 personas inocentes.

Una vez alcanzado su objetivo, los terroristas vuelven a llamar a Posada Carriles, en esta ocasión el mensaje sería otro: “el ómnibus” se ha hundido “con los perros adentro”.

La investigación ...

Al momento de conocerse el desastre se ordena crear una comisión para investigar. Se solicita a Pascual, jefe de la Dirección General de Operaciones Especiales (Tropas Especiales) dos de sus mejores buzos. Los seleccionados estarían entre los compañeros "Honduras”, "Maico”, "Carlos” y "Orledo” especialistas excepcionales en buceo.

Foto: Tomada de Ale JC Boyeros Comunicación/Facebook

Los dos buzos, acompañarían a Ignacio Fournier, entonces director de Medicina Legal, especialistas del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC) y otros expertos que se sumarían a la investigación. El Coronel Mario Martínez Álvarez fue el designado por la jefatura como jefe de la comisión técnica.

Una primera parte de la comitiva llega a Barbados al amanecer del día 7. Los primeros entrevistados fueron los miembros de una tripulación cubana que estaba allí. Había que determinar exactamente donde había caído el avión: en aguas jurisdiccionales de Barbados o en aguas internacionales. Las autoridades dijeron que habían marcado el sitio con un tanque atado con cables. Pero había mal tiempo y el mar estaba violento y no se encontró ninguna señal. Quizás con el viento y las fuertes corrientes la demarcación se corrió. Pasan casi toda la mañana buscando. La investigación demostró que la nave cayó a menos de tres millas de la costa, dentro de los límites jurisdiccionales de la pequeña isla caribeña.

Carlos y Orledo, los buzos de Tropas Especiales que fueron seleccionados, se sumergían tras cada hallazgo que podía ser impactante, aunque fuera peligroso, por las fuertes corrientes y las aguas profundas. Existe una anécdota con relación a esto y cierto susto:

Los tanques de oxígeno tenían capacidad para 40 minutos. Se acuerda que subieran en media hora. No salían. Terminado ese tiempo el Coronel Martínez ordena comenzar a navegar en círculos, hasta que fueron encontrarlos a dos o tres millas. La corriente los había arrastrado. Tuvieron que botar el lastre... Y no vieron nada, excepto oscuridad. Cuando los sacaron necesitaron casi dos horas para recuperarse. Y se decidió que no volvieran.

Pero las pesquisas debían continuar. Se conversó con testigos que desde la playa habían visto precipitarse al DC-8. Y se sobrevoló varias veces sobre la zona sin encontrar nada. Luego se incorporan nuestros especialistas en estudios de accidentes y sabotajes aéreos, dirigidos por Julio Lara y otro perito. Junto a un fotógrafo, empezaron a trabajar a partir de la información inicial que ya se tenía. Por medio de los pasajeros que se bajaron en Barbados, y del representante de Cubana allí, se logra ubicar el asiento donde iba cada viajero. Se Recuperan piezas del avión. Aparecieron vacíos los balones de oxígeno que usó la tripulación y 14 maletas que permitieron definir, desde el punto de vista técnico, donde sucedieron las explosiones.

La primera bomba fue colocada por el terrorista Hernán Ricardo en el equipaje de mano de una guyanesa que venía con su nieta. Su compinche, Freddy Lugo, pone la segunda en el baño de cola, y la descarga proyecta una pieza del lavamanos en el mamparo. Se comprueba que las trece víctimas encontradas no murieron al caer el aparato, sino antes, con la primera detonación. Desde ese instante, el resto vivió unos cinco minutos de terror. De no ocurrir el segundo estallido, se hubiesen salvado.

La revisión de los cadáveres, demostró el empleo de explosivos de alto poder, a partir de señales como cuerpos desnudos, incrustaciones de esquirlas en ellos... en el de un coreano, aparecieron envolturas de caramelos encarnadas en un muslo, casi en el hueso, lo cual probaba la fuerza de la expansión.

Apenas ocho cadáveres se pudieron recuperar e identificar a partir de técnicas forenses porque estaban muy fragmentados. Solo el cuerpo de la niña guayanesa de nueve años emergió casi completo, como un dedo acusador del crimen.

Diversos obstáculos entorpecieron la ruta hacia la verdad. Eric Newton, un científico inglés especializado en accidentes aéreos, contratado por Barbados, accedió primero a los restos del avión. Nuestros técnicos tuvieron tiempo limitado para trabajar con las pruebas. Ya Newton había embalado algunas a fin de examinarlas en Inglaterra.

Pero que conveniente que dejara para ser encontrado un cartón a plena vista que decía "dinamita”. Aquello parecía "ingenuo”. Se le comunica al director nacional de la aeronáutica civil. Este pidió que no se le diera publicidad al hallazgo. Su actitud obedecía a la difundida patraña de que el avión explotó accidentalmente, porque Cuba utilizaba esa línea para transportar explosivos y distribuirlos en América Latina. Pero la supuesta evidencia para culparnos de la catástrofe resultó demasiado burda.

Por otro lado, al Coronel Martínez, todas las noches le llamaban al hotel gente del CORU. Ofreciéndole dinero para abandonar las investigaciones. Decían que aquello podía pasar como un accidente, que estábamos encaprichados en calificarlo como atentado. Primero fueron llamadas, luego amenazas de que pondrían una bomba en el hotel, y hasta una visita recibió para ser intimidado.

Pero el Coronel ni se inmutó. Le aguardaban otras horas angustiosas, de expectativas, intentando completar el rompecabezas con los pedazos que se rescataron del mar. Para esta tarea se habían llamado a cuatro barcos cubanos que estaban pescando en Guyana, para que ayudaran en la búsqueda de las partes. Llegaron con una tripulación de cinco o seis, y las bodegas llenas de camarón, lo cual dificultaba el proceso.

Aquellos muchachos pescadores demostraron tremenda actitud a la altura de las circunstancias. No los dejaron entrar a la bahía. Pasaron tres días en alta mar, soportando además el fuerte olor del marisco. Luego les permitieron llegar al muelle, pero sin poder bajarse de los barcos. Improvisaron dos mallas para rastrear toda la zona durante días. A veces las redes se trababan por la profundidad. En una ocasión se enredaron con algo que parecía un ala. Cuando se tiraron los buzos vieron que era parte del avión como especie de un contenedor con vasitos de Cubana. La improvisada malla se rompía a ratos... pasaron dos días tratando de recuperarla. Se recuperan los extintores que el avión lleva en una de las alas. No se halla nada más.

Se supo y se comprobó que el plan no era que la nave explotara tan próxima a Barbados, sino en alta mar, para imposibilitar las investigaciones. Pero hubo problemas en la escala para echar combustible y el avión demoró en salir, lo cual ocasionó que estallara antes de ascender a 18 000 pies, cuando debía hacer su primer reporte.

Bastaron tres días para recolectar todos los datos necesarios para presentar en juicio. El proceso judicial, donde presidió la delegación cubana, comenzó el 23 de octubre y concluyó a principios de diciembre. Tuvo más de 50 vistas. En la primera, los norteamericanos insistían en calificar el crimen como un accidente aéreo. Pero en ese tiempo, se logra armar el expediente que le sirvió a Venezuela como prueba para juzgar a los perpetradores.

Cuando menos se esperaba, el señor Newton reaparece dispuesto a declarar. Para él, sus conclusiones cerrarían el caso. Sin embargo, nuestros expertos le formulan como 18 preguntas que desbarataron su tesis de que la explosión había sido en el compartimento de carga ocho, lo cual exoneraba de culpa a los autores, pues allí no dejaron equipaje.

Es de destacar la firmeza de los testigos durante el juicio. Muchos lloraban al escuchar grabaciones que describían dramáticamente parte de lo vivido por la gente en el avión. Y aquí otra anécdota muy triste: entre las víctimas el Coronel Martínez identifica a un antiguo compañero suyo del MININT, que volvía de Guyana con su esposa. Lo identifica porque lo conocía muy bien, pero lo que quedaba de él, era solo su rostro.

En ese lapso de tiempo aparecieron el asiento del capitán y carnés de los tripulantes, en una playa a cien millas de Barbados. También espadas de los deportistas y objetos personales, algunos muy conmovedores. Entre ellos, un casete que encontró un pescador. Se lava con agua dulce y se pone a secar para tratar de recuperarlo.

Al reproducirlo se oía perfectamente. Era el diario de un esgrimista. Contaba las victorias diarias del equipo en el Centroamericano de Venezuela, hablaba de la opulencia, el contraste con la pobreza de los cerros... y del miedo que le tenía a los aviones. Su última grabación fue en Trinidad, donde decía: "ya estamos llegando a Cuba, que suerte, me quedan unas horitas para llegar...”

La CIA y su total complicidad ...

Martes, 10 de mayo del 2005, un informante de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) escuchó "casualmente” cuando Posada Carriles se ufanaba de que "vamos a golpear a un avión cubano y Orlando (Bosch) tiene los detalles”.

El FBI igualmente manejaba la información por medio de una fuente, que se había tratado de volar otra aeronave en un vuelo de Cubana de Aviación entre Panamá y La Habana, pero que la bomba no explotó. El FBI tenía pruebas que confirmaban el pacto entre el ex presidente venezolano Carlos Andres Pérez y el criminal Orlando Bosch. En documento cifrado se leía:

(…) de acuerdo con (tachado) el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez se dice que tiene simpatía por Bosch y le ha permitido viajar libremente y solicitar fondos por todo el país con el entendimiento de que Venezuela no fuese utilizada como una base de operaciones o un lugar de refugio. Se reporta que Bosch prometió no involucrarse en actividades terroristas mientras estuviese en Venezuela y recibio un regalo de contribución de 500 dólares por parte de Pérez (…)

Desde el 22 de junio de 1976, la CIA tuvo conocimiento adelantado de los planes para derribar aviones civiles cubanos, así lo revela el documento de esa agencia estadounidense fechado y distribuido ese día y que significaba:

"INFORME DE CLASE SECRETO, SENSIBLE, FUENTES Y MÉTODOS DE INTELIGENCIA INVOLUCRADOS. NO DIVULGAR A NACIONALES EXTRANJEROS. NO DISTRIBUIBLE ENTRE CONTRATADOS O CONSULTORES CONTRATADOS…. Un hombre de negocios con vínculos estrechos con la comunidad de exiliados cubanos, reveló que un grupo extremista de cubanos exiliados, del cual Orlando Bosch es el líder, planea colocar una bomba en un vuelo de la aerolínea Cubana de Aviación que viaja entre Panamá y La Habana.. “

Del documento se enviaron copias al Departamento de Estado, Dirección de Inteligencia del Ejército, Ejército, Armada, Fuerza Aérea, FBI, y la CIA. Todos estos datos precisos fueron conocidos por la CIA cuatro meses antes del 6 de octubre. Pero jamas nuestro gobierno fue informado ni la agencia hizo nada para impedirlo.

Ahora se sabe, tras años de investigación, que el terrorista internacional de origen cubano Pablo Gustavo Castillo Díaz, alias "El Cojo", uno de los autores materiales del asesinato del técnico cubano Artaigñán Díaz Díaz, ocurrido en México el 23 de julio de 1976 y que escapó después del crimen a Venezuela, fué quien estudió las rutas aéreas de Cubana de Aviación por el Caribe y seleccionó la nave que sería siniestrada.

También se constató que el 11 de octubre de 1976, cuando es detenido Orlando Bosch en Caracas, estaba acompañado por Castillo. Y que este fabricó las bombas que después son colocadas en el avión cubano por los mercenarios venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano. Lo hace con el explosivo y los detonantes, que le proporcionó un experto en explosivos de la Inteligencia Venezolana a cambio de un paracaídas que pertenecía al terrorista anticubano Rolando Otero Hernández, quien se autodenominaba "Cóndor” y actuaba dentro de la Operación Cóndor dirigida por la Inteligencia Chilena.

Era un secreto a voces, hasta el propio Posada Carriles se jactaba admitiéndolo. El 12 de julio de 1998, por ejemplo, comentó:

“La CIA nos lo enseñó todo… todo. Cómo usar explosivos, cómo matar, hacer bombas… nos entrenaron en actos de sabotaje.”

Son incontables las pruebas que se poseen de la complicidad de la CIA. Los autores del crimen de Barbados, Bosch y Posada Carriles murieron impunes, premiados, estimulados. Hablaron con descaro, al amparo de las "libertades” que prodiga aquel imperio, paraíso de criminales y terroristas.

Aunque para muchos criminales que aún alientan acciones violentas y criminales contra nuestra Patria, su castigo fué y sigue siendo la impunidad total, sin lugar a dudas, hoy en honor a nuestros mártires de Barbados, y por todas nuestras víctimas de acciones terroristas, su peor castigo es que esta Revolución siga en pie.

¡HONOR Y GLORIA A NUESTROS MÁRTIRES!

Agradecemos a los amigos del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE - DGI)

Foto: Tomada de Ale JC Boyeros Comunicación/Facebook

Ver además: 

Pueblo cubano rinde tributo a víctimas del Crimen de Barbados