La historia de Cuba es amplia en acontecimientos y luchas por reivindicaciones políticas, sociales y económicas, pero además, por hechos trascendentes ocurridos en campañas insurgentes orientadas a la conquista de la plena liberación de la Patria.

El 10 de octubre de 1868 se inició la primera de las tres guerras de independencia suscitadas en la segunda mitad del siglo XIX con el fin de enfrentar a la entonces Metrópoli española que mantenía subyugado al país y obstaculizaba el anhelo de los criollos de alcanzar la emancipación, en defensa de sus intereses económicos y políticos.

Ese día comenzaron los combates contra el ejército peninsular extendiéndose a otros territorios de la Isla, y además de proponerse conquistar la soberanía de España estaba el objetivo de, aunque parcialmente primero, abolir la esclavitud que ya representaba un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas.

Foto: Tomada de Redes Sociales

Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, encabezó el Grito de Yara, en su finca La Demajagua, sumando a la gesta a sus esclavos. Y al mismo tiempo en otros puntos del país se iniciaron alzamientos y escaramuzas contra las huestes enemigas.

Céspedes y otros hacendados criollos eran partidarios de eliminar  las riquezas de España en Cuba, para de esa manera ir dañando sus fuentes de suministro hacia  la beligerancia, incluso, hubo ideas e intentos de llevar la guerra al mar para apoyar ese propósito.

Los españoles conocieron del coraje y la determinación de los cubanos de vencer o morir en la contienda, el grito machete en mano de ¡Viva Cuba Libre! se convertía en un  canto de lucha por la libertad.

Esa gesta causó grandes perjuicios al ejército español que confrontó importantes dificultades para adaptarse, no solo al clima, sino además a las tácticas de los mambises que entonces dominaban el escenario de la manigua redentora.

Sin embargo, luego de diez duros años de sacrificio y profundo bregar por la emancipación de la Isla, el principal propósito de los cubanos, la independencia, no fue entonces alcanzado.

La falta de estrategia de unidad en el Ejército Libertador, elementos de regionalismo y caudillismo, hicieron posible el fracaso y que se llegase al ignominioso Pacto del Zanjón con España que ofrecía una paz, sin independencia.

Pero oficiales mambises de la gigante talla de Antonio Maceo, el Titán de Bronce, (con su trascendental respuesta de intransigencia revolucionaria en la Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878), rechazaron los términos de claudicación de ese vil documento, y dejaron constancia de su firme actitud de continuar luchando.

Y los cubanos sedientos de independencia y decididos a combatir hasta conquistar la plena libertad no cejaron, de generación en generación, en ese empeño. Y durante el siglo XX continuó la lucha con ese fin hasta su conquista definitiva en enero de 1959, luego de décadas de arduo batallar, contra el colonialismo primero, y luego contra las políticas neocoloniales y de sumisión de gobiernos de turno serviles a intereses foráneos, esencialmente a Washington.

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