La política de incentivo al terrorismo y la subversión contra Cuba tiene en su haber más de sesenta años de existencia. Desde las primeras décadas de la Revolución, Washington instrumentó estrategias violentas contra este pueblo que recién había logrado eliminar una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica en el pasado siglo, la de Fulgencio Batista, esa que en alrededor de seis años asesinó a miles de cubanos.
Múltiples fueron las disposiciones anunciadas por EE.UU. para obstaculizar el avance del nuevo sistema político y socio-económico que surgía a partir de enero de 1959 orientado a la inclusión ciudadana, dictaminando leyes a favor de las grandes mayorías, y en detrimento de oligarquías y compañías foráneas que venían expoliando indiscriminadamente los recursos del país.
La política subversiva de la Casa Blanca contra La Habana fue desde entonces en aumento. No solo la Agencia Central de Inteligencia (CIA), entrenó y financió acciones mercenarias contra la Mayor de las Antillas, sino que gestaron en territorio norteamericano y otros Estados de la región, (acólitos del imperio), un considerable número de actividades terroristas. Voceros de Washington en los organismos internacionales y regionales como Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA), (este último tradicional instrumento de las administraciones norteamericanas) arremetieron con campañas difamatorias y tergiversadas, con el fin de justificar la cruzada yanqui contra la nación caribeña.
Por vez primera un pueblo del continente se insubordinaba, dejaba de ser el traspatio y centro de operaciones de grandes intereses corporativos, lucrativos juegos, burdeles, prostitución y fuente oportuna de materias primas para el mercado del Norte.
La Mayor de las Antillas podía considerarse una colonia económica de Estados Unidos. Para 1958 las inversiones con los vecinos del Norte superaban los 1000 millones de pesos de entonces, ocupando la Isla uno de los primeros lugares en la inversión norteamericana en el hemisferio.
Sin embargo, era significativo el índice de desigualdad social, racial, la extrema pobreza, el analfabetismo, la carencia de servicios públicos de Salud, Educación, Cultura. Solo la minoría con alto poder adquisitivo tenía el privililegio de acceder a carreras universitarias, millones de ciudadanos desconocían el valor de leer y escribir, menos aspirar a que sus hijos tuviesen una capacitación digna.
Las condiciones más deplorables aún se encontraba en nuestros campos donde prevalecían los intereses de latifundistas y compañias extranjeras. Esa era la Cuba “ republicana”, y por solo mencionar algunos ejemplos que lo ilustran tenemos: el 75 % del área agrícola era controlada por unos 25 000 terratenientes y de ellos el 10 % concentraba el 45 % de la tierra, mientras existían unas 200 000 familias campesinas que vivían en condiciones de extrema pobreza.
De igual manera, el 64 % de los agricultores no eran propietarios de las tierras que trabajaban y se veían obligados a pagar de por vida una renta, pero tampoco eran dueños de sus viviendas. De ahí que entre las primeras medidas anunciadas por la Revolución estuviesen la Reforma Agraria y Urbana para todo el país.
Estas acciones encontraron resistencia en la fuerte burguesía criolla, una de las más fuertes del continente y con intereses estrechamente ligados al capital estadounidense que vio afectado su tradicional predominio.
La élite de poder ligada estrechamente a los sicarios batistianos con grandes sumas de dinero y medios extraidos del país en esos años emigró a Miami, y parte de esta desde ese momento se nucleó a la contrarrevolución, organizando en contubernio con la CIA y el Pentágono cientos de actividades terroristas, planes de asesinatos a dirigentes, pescadores, a representantes diplomáticos, realización de sabotajes, incursiones aéreas y marítimas por el espacio nacional, e invasión por Girón, con saldo de miles de heridos, incapacitados y muertos.
Así comenzó la penetración de agentes CIA, reclutamientos a ciudadanos afectados por leyes revolucionarias, entrega de dinero y recursos para espionaje y muchas otras actividades para subvertir el orden y la paz ciudadana, presupuestos que con diferentes modalidades, fachadas y agencias continúan asignándose.
Fueron orquestados actos crueles y de lesa humanidad contra las familias cubanas, como resultó ser el caso de la “Operación Peter Pan”, con el fin de desacreditar la Revolución con aberrantes mentiras relacionadas con los niños, estimulando de esa forma la salida de miles de infantes a Norteamérica sin compañía de sus progenitores. Ese hecho quedó registrado en la historia como uno de los más infernales cometidos por Washington en los años 60, y que causó el atroz sufrimiento de hijos, madres y papás, muchos de los cuales jamás se rencontraron, o lo hicieron luego de más de diez o quince años.
Decenas de emisoras de radio fueron creadas o financiadas en la Florida y otras regiones para actuar con programas provocadores contra el archipiélago cubano, incitando a la violencia, las salidas ilegales y la desobediencia civil. Entre las primeras estuvo Radio Swan, Radio Mambí, Radio García Serra, La Voz de las América, Movimiento Nacionalista Cubano y otras decenas de estas emisoras, todas subversivas y conspirativas a las cuales en estos más de 60 años se han sumado otras agresiones radiales y televisivas, como Radio y TV Martí, - ofensa a la memoria del Apóstol-, al ser creadas especialmente para trasmitir mensajes con propósitos desestabilizadores y subversivos.
Documentos secretos desclasificados en EE.UU. revelaron cómo a fines de 1961 se decidió la elaboración de un programa secreto, la “Operación Mangosta”, cuyo propósito era mediante acciones agresivas socavar la economía nacional, promover entre los pobladores descontento y hostilidad contra el gobierno revolucionario.
Esos hechos fueron posible por la voluntad del gobierno estadounidense el cual creó y financió esos instrumentos que han sido además un negocio muy lucrativo para quienes lo planificaron, y que por su esencia violatoria del derecho internacional demostraron ser ineficaces y rechazados por los hombres y mujeres honorables del mundo.
Sus medios de comunicación fueron convertidos en transnacionales de la desinformación para revertir la tranquilidad en la nación caribeña. Todavía potencian el odio y el resentimiento, trasmiten sus desafueros, engaños e injusticias, es interminable la relación de acciones anticubanas por parte de la Casa Banca lo cual alcanza nuestros días y tiene entre otras barbaries, la mayor ignominia de la historia americana; el bloqueo económico, comercial y financiero que obstaculiza a los cubanos su desarrollo, al tiempo que busca acrecentar el sufrimiento de toda una población para subvertir el orden institucional y destruir las conquistas sociales de la Revolución.
Y por si fuese poco y sin justificación alguna, a la víctima, Cuba, la mantienen en una lista espuria de “países patrocinadores del terrorismo”. Todos los gobiernos y medios de comunicación serios y transparentes de la comunidad internacional debían preguntar a Washington:
¿Dónde están los verdaderos terroristas? ¿Cuáles actividades de terror o violencia realiza Cuba contra el pueblo de Estados Unidos? Con o sin respuesta, la verdad sigue abriéndose paso ante el mundo. La Isla no exporta armas ni maquinarias para matar, solo envía médicos y maestros a los lugares que requieran esos nobles servicios.
La barbarie contra la Isla debe cesar, es hora de escuchar a la inmensa mayoría del pueblo estadounidense y a las Naciones Unidas que demandan el fin de esa política genocida y absurda contra una pequeña Isla que construye un modelo de sociedad con peculiaridades socio-económicas a lo cubano, pero con amplia participación de inversores locales y foráneos con voluntad de contribuir al desarrollo y lograr beneficios para ambas partes.
Por su obsoleta y criminal política Estados Unidos se aísla más cada año, sus empresarios e incluso buena parte de sus congresistas comprenden la necesidad de mejorar las relaciones entre vecinos, respetando las formas de pensar de cada sistema determinado por sus pueblos.
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