Entre 1960 y 1964 el accionar terrorista de las bandas de alzados dirigidas, abastecidas y financiadas por los servicios de inteligencia norteamericano causaron cerca de 200 muertos y decenas de heridos, durante el asalto a fincas, caseríos, bateyes, granjas, cooperativas, tiendas del pueblo y vehículos civiles. Los daños materiales provocados fueron enormes.
En las zonas rurales de la provincia La Habana, la contrarrevolución logró estructurar nueve bandas con sus respectivos colaboradores, generalmente integradas por vagos habituales, lúmpenes y vulgares delincuentes comunes, quienes ejecutaron numerosos crímenes contra familias de campesinos y trabajadores agrícolas, con el propósito de sembrar el pánico, frustrar los planes de desarrollo económico y social de la Revolución y crear las condiciones para desencadenar una intervención militar en Cuba.
El 9 de enero de 1963, cerca de la medianoche, la banda encabezada por Daniel Faustino Cardo Reyes "El Indio", asaltó la finca Añil, en el barrio de Dolores, en San Antonio de las Vegas. El campesino Agapito Gonzalo Montanaro, de 37 años de edad, se encontraba durmiendo en el interior de su casa en compañía de sus familiares. Al escuchar una fuerte explosión y un penetrante olor a gasolina, salto rápidamente de su cama, se vistió y tomó su escopeta de caza.
La vivienda había sido incendiada. Al salir, para tratar de poner a salvo sus pertenencias, los terroristas dispararon una ráfaga de ametralladora, que lo derribó gravemente herido. Fue recogido por su esposa e hija, quienes lo trasladaron hacia Santiago de las Vegas, donde le prestaron los primeros auxilios. Después fue intervenido quirúrgicamente, pero las heridas eran demasiadas graves. Falleció el 30 de marzo en brazos de los médicos que lo asistían.
El mismo día 9 de enero, casi simultáneamente, en la finca colindante se originó un intenso fuego, cuando un grupo de alzados encabezados por Sergio Sosa Hernández "El Chino" y Lucas Carlos Gil Medina "Barba de Oro" lanzaron una botella de gasolina contra el techo de guano de la humilde vivienda del campesino Leopoldo Martínez Hernández; mientras el padre luchaba contra las llamas en la casa de su vecino, el niño Leopoldito Martínez Rodríguez, de 11 años de edad, subió al techo del granero para intentar apagar el fuego. Pero los bandidos también dispararon sobre él y lo hirieron.
Su madre Rogelia Rodríguez Padrón y su hermana María Antonia, de 16 años, lo trasladaron hacia el hospital Calixto García, en la capital, donde fue sometido con urgencia a una intervención quirúrgica, pero el valiente niño no sobrevivió a la operación. Dos familias cubanas quedaron enlutadas para siempre.
El día anterior, durante una reunión de su Comité de Defensa de la Revolución, Leopoldito había expresado su disposición de realizar cualquier tarea en esa organización de masas, aun cuando todavía no había cumplido la edad mínima para ingresar en sus filas.
La emotiva intervención del muchacho había impresionado a los cederistas que se encontraban presentes. En ese instante nadie imaginaba que unas horas después su trágica muerte los conmocionaría a todos.
A partir de este hecho la persecución sobre estos elementos se intensificó. Los efectivos de estas bandas se vieron obligados a dispersarse y fueron cayendo en distintas operaciones militares realizadas por las fuerzas de lucha contra bandidos del Ejército Occidental.
“El Chino" Sosa fue capturado el 17 de marzo de 1963 y "Barba de Oro" el 31 de mayo. El 2 de junio de ese mismo año "El Indio" fue detenido por la Seguridad del Estado en la capital, cuando trataba de hacer contactos para abandonar el país. Dos años más tarde, era aniquilada la última banda de la provincia La Habana. Los crímenes cometidos por las bandas armadas al servicio del Imperialismo no quedaron impunes. Hoy, a 60 años de uno de aquellos hechos terroristas, nuestro pueblo no olvida a los caídos.
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