Corre el 2 de diciembre de 1956. La jornada, en Cuba, aparenta ser normal como cualquier otra. Sin embargo, con las primeras luces del amanecer, el Granma, y su preciada carga a bordo, habían llegado a costas cubanas por la playa Las Coloradas, el punto previsto por sus tripulantes para el desembarco.
Antes, mientras todavía navegaba, una revisión de los tanques indica la existencia de combustible solo para unos minutos. Ante el imprevisto, Fidel, ordenó enfilar a toda velocidad hacia tierra firme, “hasta donde lleguemos”, sentenció el líder.
La embarcación encalló a 70 kilómetros de la orilla. A decir verdad, había hecho su entrada la Historia misma.
Fue una semana de azarosa travesía, a la que siguió “una caminata no tan larga como penosa” (como luego precisara el Che), en dirección al monte firme. La pequeña tropa acabó extenuada.
El ejército de la dictadura sabía lo del desembarcó y preparó una emboscada. Como consecuencia, sobrevino el revés de Alegría de Pío, el único de todos los que sufrió el Ejército Rebelde en el cual Fidel tuvo participación directa.
El descalabro, sin embargo, sirvió para que los jóvenes revolucionarios presentarán cartas credenciales con el corajudo y oportuno “aquí no se rinde nadie…”., convicción de un pueblo, entonces pronunciada por el en aquel momento jefe del pelotón del centro, Juan Almeida. Bien demostró luego la vida que pudo de igual modo ser Camilo, Che, Raúl o cualquier otro.
Solo 12 hombres y siete fusiles fue el saldo que hizo creer a algunos que todo estaba perdido, pero no a Fidel, hecho para convertir los tropiezos en victoria.
A partir de entonces empezó a crecer el Granma y también el Ejército Rebelde, pese a una lucha desigual, desgarradora e incluso, a veces no exenta de dolor.
De esa inquebrantable voluntad se hizo el triunfo y sobrevino un parto múltiple –uno de tantos-: ¡Las Fuerzas Armadas Revolucionarias!
Soldado de mi patria redimida/déjame recordar tu nacimiento,/ tu cuna de olas, de manglar y viento,/ con fuego y muerte como bienvenida, escribiría luego Naborí, al evocar poéticamente aquel extraordinario segundo día del último mes del año, en el cual el desembarco del Granma y el Día de las FAR, quedaron abrazados a una misma fecha.
Y fue tan puro, justo y oportuno aquel estrechamiento, que aquella aurora de hace 56 años se hizo eterna.
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