Sábado era aquel 10 de octubre de 1868. Carlos Manuel de Céspedes, temiendo una detención, se adelantaba a los planes previstos. Al amanecer manda a tocar las campanas que llamaban al trabajo, pero esta vez para un propósito diferente. Frente a sí tenía Céspedes una pequeña multitud, incluidos sus esclavos. Y también la mirada de la historia, generaciones pasadas y por venir marcarían, por siempre, este acontecimiento trascendental, en la forja de nuestra nación.

El alzamiento del 10 de octubre no fue un hecho fortuito o un acto de caudillismo del patricio bayamés. Era el resultado de una conspiración extendida por varias localidades del país, sobre todo en l región oriental. Las logias masónicas habían servido de escenario para que se fuera fraguando un movimiento independentista.

Ante la crisis -en todos los niveles- en que España había puesto a la colonia no concebían otra salida que no fuera la guerra. El fracaso de la Junta de Información demostró que esperar soluciones por parte de la metrópolis era inútil. El mismo Céspedes expone las causas que lo lanzaron a la guerra en un documento conocido como Manifiesto del Diez de Octubre, que contiene frases tan paradigmáticas como: “nadie ignora que España gobierna a la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado”.

En ese momento terrible en que los hombres se enfrentan a su destino, Céspedes asumió toda la responsabilidad de sus actos, les da la libertad a sus esclavos y los llama ciudadanos, invitándolos a luchar junto a él. La osadía de ser el primero siempre levantaría recelos entre sus compañeros de contienda; quienes, posteriormente, enfrascados en discusiones fratricidas,logran su destitución como Presidente de la Republica en Armas en 1873.

El 10 de octubre comenzó una etapa de lucha en Cuba, que de una manera u otra podríamos hallar la continuación hasta la actualidad. En circunstancias diferentes y nutridos por nuevas ideas, hemos seguido honrando aquel ideal emancipador que llevó a Céspedes a iniciar este camino. En la nueva configuración del mundo, donde la gran potencia mundial quiere mantener su hegemonía a sangre y fuego, seguir siendo libres es un imperativo para mantener la nación que lleva 154 años de luchas.

Ver además:

Homenaje al Che en Santa Clara: Una luz 55 años después