Eran muchachos, casi niños, Marcelino, Luis, Fernando. Al principio, el uniforme y las armas les hicieron sentirse orgullosos, atractivos, viriles. Erguían su pecho y reían, conversaban… Luego, cuando tomaron los camiones hacia Playa Girón, se hizo un silencio casi absoluto. Empezaron a comprender que iban a la guerra, a matar o a que los mataran.

Foto: Archivos históricos

He hablado con mucho de ellos, ya ancianos, canosos, a veces validos de bastones para dar seguridad a sus piernas.

A todos les queda en la memoria aquel bautismo de fuego que recibieron llegando al Central Australia, la incertidumbre de aviones que pasaban a vuelo raso, el no saber si eran cubanos o enemigos, porque ellos habían pintado las mismas insignias de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias.

La única seguridad de que eran invasores llegaba cuando empezaban a disparar a boca de jarro.

Marcelino me contó que muchas veces aún soñaba con horrendas imágenes provocadas por las bombas de Napalm, altamente inflamables. Caían desde aquellos aviones contra las tropas cubanas. Si impactaban a un radio determinado, la ropa y el cuerpo se prendían con fuego, los hombres intentaban apagarse tirándose a los charcos de agua provocados por la lluvia, pero cuando salían, con la mínima brisa volvían a encenderse como antorchas. Se rasgaban la ropa, sufrían.

Las ráfagas les dejaban sordos y luego sobrevenía un dolor irresistible que comenzaba por los oídos hasta adueñarse de la cabeza.

Mientras ellos avanzaban en la carretera, regresaban a la inversa camiones con los heridos. Girón fue duro, todavía es duro en la memoria. Pasaron 61 años y está presente.

Foto: Archivos históricos

En el acto central por el XXXV aniversario de la Victoria de Playa Girón, el 16 de abril de 1996, dijo Fidel: “Pienso, sinceramente, que lo de Girón fue una gran proeza de nuestro pueblo, y no solo por lo que hizo, sino por lo que estuvo dispuesto a hacer”.

El 16 de abril de 1961, en las honras fúnebres de las víctimas del bombardeo a varios aeropuertos, que realizaron las tropas invasoras para diezmar a las fuerzas cubanas, ante una muchedumbre enardecida concentrada a una cuadra del Cementerio de Colón, en la esquina habanera de 23 y 12, el Comandante en Jefe Fidel Castro y el pueblo, proclamaban el carácter Socialista de la Revolución…“Porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba”.

“Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de Estados Unidos!”

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