Este domingo 13 de marzo se cumplen 65 años de uno de los hechos más osados de la última etapa de liberación. El asalto al Palacio Presidencial por fuerzas del Directorio Revolucionario (DR) y la toma de Radio Reloj todavía asombra por el derroche de valentía que representa.

José Antonio Echeverría había firmado la Carta de México en 1956, haciendo frente común con las fuerzas del Movimiento 26 de Julio, donde, como parte de su estrategia, contemplaban dar un golpe que descabezara a la cúpula del poder de la tiranía y sumara a los elementos universitarios a la lucha. Dentro del plan, el asalto a Palacio solo era un eslabón, pues contenía otros elementos que debían producirse casi al unísono, como eran la propia toma de Radio Reloj para convocar al pueblo a una insurrección popular y ocupar la Universidad de La Habana como epicentro del levantamiento.

Poco antes de las 3:30 p.m. dos autos y un camión de entregas irrumpieron en una de las postas de la sede del Ejecutivo, en Refugio No. 1. La conjugación del factor sorpresa y el poder de fuego de los asaltantes hicieron que la guarnición tuviera que refugiarse en las plantas altas. Ya dentro, un comando se dirigió a las oficinas de Batista para comprobar que había huido por una escalera secreta. Ante la imposibilidad de mantener las posiciones, los jóvenes del DR deciden retirarse, pero el grupo de refuerzo nunca llegó, lo que los obliga a esconderse en distintos puntos de la ciudad donde serían víctimas de una persecución como pocas veces vista.

Mientras esto ocurría, en la sede de Radio Reloj, justo a las 3:21 el eterno presidente de la Federación Estudiantil Universitaria irrumpía en la cabina y obligaba a los locutores a informar un supuesto parte emitido por clases y oficiales del Ejército destituyendo a Batista; emocionado, José Antonio Echeverría toma los micrófonos y lee una conmovedora arenga escrita por Enrique Rodríguez-Loeches, hasta que es sacada del aire la emisora. 

Foto: Tomada de Radio Reloj

En el plan tenían previsto dirigirse a la universidad para reorganizarse y hacia allí se dirigió José Antonio con sus hombres, cayendo en un enfrentamiento con una patrulla policial en uno de los costados de la casa de altos estudios.

Aunque el hecho no tuvo los resultados esperados, constituyó un aldabonazo en las conciencias de los cubanos, demostrando la valentía y la decisión de los que luchaban por sus ideales. Este, sin duda, puede ser considerado uno de los hechos más arriesgados y audaces dentro de la historia cubana y lejos de constituir una acción suicida fue ejemplo de convicción y sacrificio por el amor a la Patria.

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