Cuando muchos años después de haber acaecido se supo e hizo público que, contrario a lo hasta entonces establecido, fuera Juan Almeida Bosque quien pronunciara, en el combate de Alegría de Pío –bautismo
de fuego del naciente Ejército Rebelde– aquella icónica decisión resumida en la muy cubana frase: “¡Aquí no se rinde nadie, c…!”, ya había demostrado con creces, de otras muchas maneras, no ser un hombre dado a las claudicaciones ni siquiera frente a la muerte, y acumulado suficientes méritos como para merecer la más absoluta confianza de Fidel, ostentar el honroso grado de Comandante de la Revolución, ocupar responsabilidades estratégicas, pero sobre todo, ser héroe idolatrado por su pueblo.

Sin embargo, tras la revelación de la frase atribuida al Comandante Camilo, Cuba fue, en un abrir y cerrar de ojos, del asombro a la admiración multiplicada.

Otro mérito para quien parecía que no le faltaba ninguno; otra virtud de quien no creyó necesario ni sano escamotearle al hermano de luchas e ideales la autoría de aquel grito símbolo que nos definiera como nación. 

Si de hablar de significativas expresiones de modestia se trata, incuestionablemente no podrá dejar de mencionarse a Juan Almeida Bosque.

Digo esto y me viene a la memoria aquella remota jornada del 4 de julio de 2009, cuando de visita en el estrenado salón de limpiabotas El Brillo, durante un recorrido por Las Tunas; de pronto, sin que nadie lo esperara, Almeida casi le ordenara a Rubén Rodríguez, uno de los lustradores: “Súbete, que hoy soy yo quien te va a limpiar los zapatos. Voy a recordar mi época de limpiabotas en el Parque Central”. Y ante el asombro y admiración de quienes esperaban turno, hizo su labor, paso a paso, sin importarle nombramientos ni méritos y mucho menos su atuendo, impecablemente blanco.

Nadie imaginó entonces que tan solo dos meses y siete días después partiría hacia la inmortalidad quien
supo batirse con los libros y las letras tan duro como lo hiciera con los tiros y las responsabilidades, al punto de poder llegar a dejar en su música un legado imprescindible al pentagrama cubano.

En la entrevista que le realizara la cineasta Estela Bravo, su respuesta a una pregunta sobre el Comandante en Jefe declaró: “Fidel es el más grande de los hombres que yo he conocido”.

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