Con el nombre de José Julián Martí y Pérez nació hace 169 años en La Habana el más universal de todos los cubanos. Primogénito de un militar español y una madre natural de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, supo encarnar como nadie el sentimiento patrio y la condición de cubano. Conocidas son las circunstancias de su vida: las penurias económicas de la familia, la inteligencia descubierta tempranamente por el maestro, la rebeldía juvenil, el presidio y el destierro, el peregrinar por las tierras de América, sus escritos y discursos, la construcción de la unidad, la guerra necesaria, y el desenlace fatal de cara al sol.

Y quizás, por un extraño recurso psicológico, de tanto conocer su vida nos parezca lejano por momentos, que solo es la frase repetida o el busto pétreo de la escuela o el parque. Entonces es donde el conocimiento debe incluir también sentimientos. No basta que este 28 de enero se le haya puesto un ramo de flores blancas en cada monumento, ni siquiera que hayamos marchado con nuestras antorchas en la víspera de su natalicio. Preciso es incorporar sus ideas más profundas en nuestro comportamiento diario.

En tiempos de crisis como los que vivimos es cuando más necesaria es la obra martiana, alejada de estereotipos y lugares comunes. Y no se trata de acumular saberes sobre el Apóstol, es interpretarlos a partir de nuestras circunstancias y honrar su memoria en nuestro comportamiento.

En esta guerra de ideas, que él mismo previó, su imagen se ha convertido en uno de los ejes de las disputas culturales en que estamos inmersos. La constante reescritura de la historia, ya sea para deslegitimar el proceso revolucionario actual o para validar el nuevo sistema que se pretende construir sobre las ruinas de la Revolución, es uno de los recursos favoritos de los seguidores del imperio que una vez combatió Martí.

Por eso es lo primordial de ir a las esencias de las ideas martianas, su humanismo, su búsqueda de la dignidad plena del hombre. Encontrar en él las respuestas a las preguntas de nuestro tiempo, usarlo de guía, de espada y escudo frente a las agresiones y a los grandes desafíos a los que se enfrenta nuestro país en todos los ámbitos.

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